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Crónica de un suicidio anunciado



Immanuel Wallerstein
La Jornada

El Estado de Israel proclamó su independencia a la medianoche del 15 de mayo de 1948. Naciones Unidas había votado establecer dos estados en lo que había sido la Palestina bajo el dominio británico. Se suponía que la ciudad de Jerusalén habría de ser una zona internacional bajo la jurisdicción de Naciones Unidas. La resolución de la ONU recibió mucho respaldo, específicamente el de Estados Unidos y la Unión Soviética. Todos los estados árabes votaron en contra.

En los 60 años de su existencia, el Estado de Israel ha dependido para su supervivencia y expansión de una estrategia general que combina tres elementos: militarismo macho, alianzas geopolíticas y relaciones públicas. El militarismo macho (lo que el actual primer ministro Ehud Olmert llama el “puño de hierro”) fue posible por el fervor nacionalista de los judíos israelíes, y eventualmente (aunque no al principio) por el muy fuerte respaldo de las comunidades judías de otras partes del mundo.

Geopolíticamente, Israel forjó primero una alianza con la Unión Soviética (que fue breve pero crucial), luego con Francia (que duró un poco más de tiempo y permitió a Israel convertirse en una potencia nuclear) y finalmente (y lo más importante) con Estados Unidos. Estos aliados, que también fueron patrocinadores, ofrecieron sobre todo un apoyo militar al proveerlo de armas. Pero también ofrecieron respaldo diplomático/político y, en el caso de Estados Unidos, un considerable apoyo económico.

Las relaciones públicas se dirigieron a obtener la simpatía de una amplia franja de la opinión pública, que en los primeros años tuvo como base el retrato de Israel como un David pionero contra el retrógrado Goliath, y que en los últimos 40 años ha tenido como base la culpa y la compasión por el masivo exterminio de los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial.

Todos estos elementos de la estrategia israelí funcionaron muy bien desde 1948 hasta los años 80. De hecho, se fueron haciendo más efectivos. Pero en algún momento de los 80, el uso de estas tres tácticas comenzó a ser contraproducente. Israel ha entrado ahora en una fase de declive precipitado de su estrategia. Puede ser muy tarde para que Israel persiga una estrategia alternativa, en cuyo caso habrá cometido suicidio geopolítico. Rastreemos cómo fue que interactuaron los tres elementos de su estrategia, primero durante su envión hacia arriba, luego durante el lento declive del poder de Israel.

Durante los primeros 25 años de su existencia, Israel se involucró en cuatro guerras con los estados árabes. La primera fue en 1948-1949, para establecer el Estado judío. La declaración israelí de un Estado independiente no coincidió con una declaración palestina de establecer un Estado. En cambio, un número de gobiernos árabes le declararon la guerra a Israel. Inicialmente Israel estuvo en dificultades militares. Sin embargo, los militares israelíes estaban mejor entrenados que los de los países árabes, con la excepción de Transjordania. Y, lo que es crucial, obtuvieron armas de Checoslovaquia, que actuó como agente de la Unión Soviética.

Para el momento de la tregua en 1949, la disciplina de las fuerzas israelíes combinada con armas checoslovacas permitió a los israelíes ganar un territorio considerable no incluido en las propuestas de partición de Naciones Unidas, incluido Jerusalén occidental. Las otras áreas se incorporaron a partir de los estados árabes circundantes. Un gran número de árabes palestinos se fueron o los forzaron a abandonar áreas bajo el control de los israelíes y se volvieron refugiados en los países árabes circundantes, donde sus descendientes viven hasta la fecha en gran medida. La tierra que era de ellos fue arrebatada por los judíos israelíes.

La Unión Soviética pronto abandonó a Israel. Esto probablemente se debió principalmente a que sus líderes muy pronto sintieron miedo del impacto que tendría la creación del Estado en las actitudes de los judíos soviéticos, que parecían demasiado entusiastas y que por tanto eran potencialmente subversivos desde el punto de vista de Stalin. A cambio, Israel dejó de lado cualquier simpatía hacia el campo socialista con la guerra fría, y dejó claro su ferviente deseo de ser considerado miembro pleno del mundo occidental, política y culturalmente.

En ese tiempo Francia se enfrentaba a los movimientos de liberación nacional en sus tres colonias norafricanas, y vio a Israel como un aliado útil. Esto fue especialmente cierto después de que los argelinos lanzaron su guerra de independencia en 1954. Francia empezó a ayudar a Israel a armarse. En particular, Francia, que desarrollaba sus propias armas nucleares (contra los deseos estadunidenses), ayudó a Israel a hacer lo mismo. En 1956, Israel se unió con Francia y Gran Bretaña en una guerra contra Egipto. Desafortunadamente para Israel, esta guerra se lanzó contra la oposición de Estados Unidos, y Estados Unidos forzó a las tres potencias a ponerle fin. Después de que Argelia se independizara en 1962, Francia perdió interés en la conexión israelí, que ahora interfería con sus intentos de renovar relaciones más cercanas con los estados norafricanos que ahora se habían vuelto independientes. Fue en este punto en que Estados Unidos e Israel voltearon uno hacia el otro para forjar vínculos cercanos. En 1967, estalló la guerra entre Egipto e Israel, y otros estados árabes se unieron a Egipto. En ésta, llamada la Guerra de los Seis días, por primera vez Estados Unidos le brindó armamento militar a Israel.

La victoria israelí de 1967 cambió la situación básica en muchos aspectos. Israel había ganado la guerra con facilidad, ocupando todas aquellas partes del Mandato Británico de Palestina que ya había ocupado antes, más la península del Sinaí, de Egipto, y las Alturas del Golán, de Siria. Jurídicamente, hubo ahora un Estado de Israel más los territorios ocupados por Israel. Israel comenzó su política de establecer asentamientos judíos en los territorios ocupados.

La victoria israelí transformó la actitud de los judíos en el mundo, que ahora se despojaron de cualquier reserva que tuvieran acerca de la creación del Estado de Israel. Se pusieron orgullosos de sus logros y comenzaron a emprender campañas políticas importantes en Estados Unidos y Europa occidental para asegurarle respaldo político a Israel. La imagen de un Israel pionero que ponía el énfasis en las virtudes de los kibbutz fue abandonada en favor de un énfasis en el Holocausto como la justificación básica para buscarle respaldo mundial a Israel.

En 1973, los estado árabes buscaron reajustar la situación en la llamada guerra del Yom Kippur. De nuevo, esta vez, Israel ganó la guerra con apoyo de Estados Unidos. La guerra de 1973 marcó el final del papel central de los estados árabes. Israel pudo seguir buscando el reconocimiento de los estados árabes, y eventualmente lo logró con Egipto y Jordania, pero era muy tarde para que esto fuera una forma de asegurarle la existencia a Israel.

A partir de este punto, emergió un serio movimiento político palestino árabe, la Organización de Liberación de Palestina (OLP), que ahora se convirtió en el oponente clave de Israel, el único con el que Israel necesitaba llegar a un trato. Por mucho tiempo, Israel se rehusó a tratar con la OLP y con su líder Yasser Arafat, y prefirió el puño de hierro. Y al principio, obtuvo logros militares.

Los límites de la política del puño de hierro se hicieron evidentes por vez primera durante la primera intifada, un levantamiento espontáneo de palestinos árabes dentro de los territorios ocupados, que comenzó en 1987 y duró seis años. Fueron dos los logros básicos de la intifada. Forzó a los israelíes y a Estados Unidos a hablar con la OLP, un largo proceso que condujo a los llamado Acuerdos de Oslo de 1993, que ayudaron a la creación de la Autoridad Palestina en parte de los territorios ocupados.

En el largo plazo los Acuerdos de Oslo fueron menos importantes geopolíticamente que el impacto de la intifada en la opinión pública mundial. Por vez primera, la imagen de David y Goliath comenzó a invertirse. Por vez primera, comenzó a existir un respaldo serio en el mundo occidental a la llamada solución de los dos estados. Por vez primera, comenzó a haber una crítica seria al puño de hierro de Israel y sus prácticas vis-a-vis los palestinos árabes. Si Israel hubiera sido serio acerca de la solución de dos estados basada en la llamada Línea Verde –la línea de división al final de la guerra de 1948-1949– probablemente habría logrado un asentamiento.

Sin embargo, Israel siempre estaba un paso atrás. Cuando pudo haber negociado con Nasser, no quiso. Cuando pudo haber negociado con Arafat, no quiso. Cuando Arafat murió y lo sucedió el ineficaz Mahmoud Abbas, el más militante movimiento Hamas ganó las elecciones parlamentarias de 2006. Israel se negó a hablar con Hamas.

Ahora, Israel ha invadido Gaza, buscando destruir a Hamas. Si lo logra, ¿qué organización vendrá después? Y, como es lo más probable, si no logra destruir a Hamas, ¿será posible ahora una solución con dos estados? Tanto los palestinos como la opinión pública se mueven hacia una solución con un estados, y esto, por supuesto, es el fin del proyecto sionista. La estrategia de tres elementos de Israel se está descomponiendo. El puño de hierro ya no funciona, como no funcionó para George W. Bush en Irak. ¿Se mantendrá firme el vínculo con Estados Unidos? Lo dudo. ¿Continuará la opinión pública mirando con simpatía a Israel? No lo parece. ¿Puede Israel ahora cambiar a una estrategia alternativa de negociar con los representantes militantes de los palestinos árabes, como parte constituyente de Medio Oriente y no como puesto de avanzada de Europa? Parece bastante tarde para eso, y muy posiblemente sea demasiado tarde. Por eso, la crónica de un suicidio anunciado.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

http://www.jornada.unam.mx/2009/02/07/index.php?section=opinion&article=021a1mun