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Los Grundrisse de Marx, 150 años después


Marcello Musto
Sin Permiso

Como ocurre ahora de nuevo, 150 años después, con la crisis de las subprime, en 1857 los EEUU fueron el teatro de desarrollo de una gran crisis económica internacional, la primera de la historia. Tal suceso generó gran entusiasmo en uno de los más atentos observadores de la época: Karl Marx.

En realidad, después de 1848, Marx había sostenido repetidamente que una nueva revolución sólo podría venir como consecuencia de una crisis, y cuando estalló la de 1857, se resolvió, a pesar de la miseria y los problemas de salud que lo atenazaban, a reemprender los intensos estudios que había comenzado en el British Musuem de Londres en 1850 y a dedicarse nuevamente a su obra de crítica de la economía política. Resultado de ese trabajo, desarrollado entre agosto de 1857 y mayo de 1858, fueron 8 voluminosos cuadernos: los Grundrisse, el primer esbozo de El Capital.

Esos cuadernos terminaron luego sepultados bajo los tantos manuscritos inacabados de Marx, y es probable que no fueran siquiera leídos por el propio Friedrich Engels. Tras la muerte de éste, los manuscritos inéditos de Marx pasaron a ser custodiados por los archivos de la SPD, pero fueron tratados con gran negligencia. La única parte de los Grundrisse dada a imprenta durante ese período fue la “Introducción”, publicada en 1903 por Karl Kautsky. Esa publicación suscitó un notable interés –constituía, en realidad, el tratamiento más detallado jamás escrito por Marx de cuestiones metodológicas— , y fue rápidamente vertida a muchas lenguas, convirtiéndose en uno de los escritos más comentadas de toda su obra.

A despecho de la fortuna experimentada por la “Introducción”, los Grundrisse permanecieron todavía inéditos durante mucho tiempo. Su existencia sólo se hizo pública en 1932, cuando David Riazanov, director del Instituto Marz-Engels en Moscú, los redescubrió al examinar el legado literario de Marx conservado en Berlín. Los fotocopió, y en los años que siguieron varios especialistas soviéticos descifraron su contenido y lo dactilografiaron. Cuando aparecieron publicados en Moscú, en dos volúmenes (1939 y 1941), constituyeron el último manuscrito importante de Marx hecho público. Sin embargo, al haberse publicado en vísperas de la II Guerra Mundial contribuyó a que la obra permaneciera desconocida. Las 3.000 copias de la edición de Moscú se convirtieron en una rareza bibliográfica, y muy pocas lograron traspasar las fronteras soviéticas. Hubo que esperar a 1953 para su reimpresión.

Como ya había ocurrido con la “Introducción”, fue otro extracto de los Grundrisse lo que generó un interés particular que en cierto modo eclipsó al conjunto de la obra: las “Formaciones precapitalistas”. Lo cierto es que, a partir de los años 50, ese texto fue traducido a muchas lenguas, y el prefacio del editor inglés, Eric Hobsbawm, contribuyó a difundir y dar resonancia a su contenido: “se trata del intento más sistemático jamás realizado por Marx de plantear la cuestión de la evolución histórica, y se puede afirmar que cualquier discusión historiográfica marxista que no haya tenido en cuenta este texto deberá replantearse a la luz del mismo”.

La difusión de la versión íntegra de los Grundrisse fué un proceso lento pero inexorable, y una vez concluido, permitió una apreciación más completa y, en según qué aspectos, distinta del conjunto de la obra de Marx. Las primeras traducciones se realizaron en Japón (1958-65) y en China (1962-78). En la Unión Soviética, en cambio, no aparecieron hasta 1968-69.

A fines de los años 60, los Grundrisse comenzaron a circular también por Europa occidental. Aparecieron, primero, en Francia (1967-68) y en Italia (1968-70), por iniciativa de empresas editoriales vinculadas a los partidos comunistas. En lengua castellana fueron publicados en Cuba (1970-71) y en Argentina (1971-6) y luego, en otras ediciones, también en México y en España. La traducción inglesa sólo vio la luz en 1973, en una edición al cuidado de Martin Nicolaus, quien en el prólogo afirmó lo que sigue: “los Grundrisse son el único esbozo de conjunto del proyecto económico-político de Marx, y someten a prueba a cualquier interpretación seria de Marx concebida hasta la fecha”.

Los años 70 fueron la década decisiva también para la traducción en la Europa del Este, y los Grundrisse fueron publicados en Checoslovaquia (1971-7), Hungría (1972), Rumanía (1972-4) y Yugoslavia (1979). En el mismo período, parecían también en Dinamarca (1974-8), mientras que, en los años 80, se publicaron en Irán (1985-7), en lengua eslovena (1985), en Polonia (1986) y en Finlandia (1986). Por lo demás, tras 1989 y el fin del llamado “socialismo real”, los Grundrisse siguieron siendo traducidos en otros países: Grecia (1989-92), Turquía (1999-2003), Corea del Sur (2000), Brasil (2008), y a día de hoy, han sido íntegramente publicados en 22 lenguas, con un total de 500.000 mil ejemplares salidos de imprenta. Una cifra que sorprendería a quien, a sólo beneficio de inventario, tratara de hacerse una idea de alcance de los estudios de economía política.

El primer comentarista de los Grundrisse fue Roman Rosdolsky, cuya obra Génesis y estructura del ‘Capital’ de Marx, publicada en 1968, constituye la primera monografía dedicada al texto marxiano. Ese mismo año, los Grundrisse sedujeron a algunos de los protagonistas de de las revueltas estudiantiles, que comenzaron a leerlos, entusiasmados por explosiva radicalidad de sus páginas. Por lo demás, los Grundrisse ejercieron una fascinación irresistible entre quienes, sobre todo en los finales de la nueva izquierda, estaban empeñados en superar la interpretación de Marx suministrada por el marxismo-leninismo.

En el mismo período, también los tiempos habían cambiado en el Este. Tras una primera fase en la que los Grundrisse se estudiaban con desconfianza, pasaron a ser definidos por el prestigioso investigador ruso Vitali Vygodski como una obra genial a la que había que prestar la debida atención. Así pues, en unos pocos años, los Grundrisse se convirtieron en un texto fundamental con el que estaba obligado a medirse cualquier estudioso serio de la obra de Marx.

Aun con diversos matices, los varios intérpretes se dividieron entre quienes consideraban los Grundrisse un texto autónomo, al que podía atribuirse una compacidad conceptual completa, y quienes lo estimaban un manuscrito prematuro y meramente preparatorio de El Capital. El trasfondo ideológico de las discusiones sobre los Grundrisse –el núcleo de la disputa tenía que ver con el mayor o menor fundamento de la interpretación misma de Marx, con todas sus implicaciones políticas derivadas— trabajó a favor del desarrollo de tesis interpretativas inadecuadas y que hoy resultan hasta risibles. Entre los comentaristas más entusiastas de ese escrito, los hubo que hasta se avilantaron a sostener su superioridad teórica respecto de El Capital, aun cuando este último contenía los resultados de una década de intensísima investigación ulterior. Y al revés, pero análogamente, entre los principales detractores de los Grundrisse no faltaron quienes, a pesar de los significativos pasos consagrados a la alienación, afirmaban que no añadían nada a lo ya sabido de Marx. Entre las encontradas lecturas de los Grundrisse, destacan las no-lecturas, el caso más llamativo de las cuales es el de Althusser, que concibió una polémica subdivisión del pensamiento de Marx en obas juveniles y obras de madurez, ignorando por completo el contenido de los Grundrisse

Mas, en general, a partir de mediados de los años 70, los Grundrisse conquistaron un número creciente de lectores e intérpretes. Varios estudiosos vieron en ese texto el lugar privilegiado para profundizar en una de las cuestiones más debatidas del pensamiento de Marx: su deuda intelectual con el legado de Hegel. Y aun otros quedaron fascinados por los proféticos pronunciamientos contenidos en los fragmentos dedicados a las máquinas y a su automatización.

Hoy, con la distancia de 150 años, los Grundrisse muestran la persistente capacidad explicativa de Marx a la hora de explicar el modo capitalista de producir. Su capacidad para entender el papel histórico del capitalismo, en el que la creación de una sociedad cada vez más avanzada y cosmopolita en relación con las que le han precedido queda perspicazmente dibujado junto con la crítica de los obstáculos que el capitalismo pone a un desarrollo social e individual más completo. Por lo demás, los Grundrisse tienen un valor extraordinario, porque recogen un sinnúmero de observaciones (entre ellas, las que tienen que ver con el comunismo) que su autor no tuvo ocasión de desarrollar luego en ninguna parte de su incompleta obra. Es harto probable que las nuevas generaciones que se acerquen a la obra de Marx queden también fascinadas por estos seductores manuscritos, y es lo cierto que resultan todavía indispensables para quienes quieran pensar seriamente en la crisis de la izquierda y en la transformación del presente.

Marcello Musto es coordinador y coautor de Sulle tracce di un fantasma. L’opera di Kart Marx tra filologia e filosofia, (de aa.vv.), Manifestolibri, 2006, Roma, que está siendo traducida al castellano por Guillermo Almeyra y será publicada en breve en México. Residente actualmente en Berlín, y colaborador de la nueva edición crítica internacional de las obras de Marx y Engels (nueva MEGA)