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¿De qué enfermedad agoniza el movimiento comunista?

lunes, 8 de diciembre de 2008


Pepe Gutiérrez-Álvarez

Poco o muy poco queda de aquellos partidos comunistas que tras la II Guerra Mundial competían con los aparatos socialdemócratas en la hegemonía social…Estos partidos que soportaron tiempos de represión sin cuento, hace tiempo que perdieron la brújula.

Es difícil determinar cuando comenzó la crisis del estalinismo, pero su tiempo de apogeo llega hasta la II Guerra Mundial, cuando la URSS como el epicentro del “mundo socialista”. En 1949, China y Yugoeslava llevan al final sus revoluciones en contra de las órdenes de Stalin, luego Tito comienza el ciclo de rupturas que se ampliara con el cisma chino…En el mundo capitalista, dicho apogeo comienza a declinar en un curso irregular en el la emergencia de una “nueva izquierda” juvenil marca una nueva fase…

La historia debería ser conocida, y lo que aquí ofrecemos son unas meras pinceladas…
No será hasta del XX Congreso del PCUS en 1956 que Nikita Jruschev abre un proceso de revisiones generalizadas (animada por millones de cartas en defensa de los purgados), que luego sufrirá un duro retroceso en la época de Breznev. La historia se reescribe de nuevo. En la nueva se le atribuye a Stalin un curioso defecto: "el culto a la personalidad". Un pecado que tiene la virtud de personalizar un drama histórico de proporciones faraónicas. Un defecto que habría atravesado la historia de la URSS como el rayo de la Anunciación: sin tocarlo ni mancharlo. Esta revisión fue aceptada inicialmente por China, y Mao proclamó aquello de "Que florezcan cien flores", pero el cisma chino-soviético animó a los maoístas a buscar recuperar la ortodoxia frente al llamado "revisionismo", una tentativa que la "intelligentzia" maoísta occidental trató de justificar a través de diversos ensayos en los que la verdad histórica pasaba quedaba enteramente subordinada a la puesta en escena de un "corpus" teórico en el que la "verdad" se justificaba por la atracción que ejercía la China roja sobre la que los maoístas explicaban toda clase de maravillas. Un reputado profesor de ciencias de la Universidad de Barcelona llegó a escribir que el pensamiento de Mao curaba los enfermos.

Sin duda el autor más reconocido de esta tentación maoísta fue, uno de los profesores marxistas de la Ecole Practique, Charles Bethelheim, aunque el mismo opera una reconsideración antiestalinista radical, justo después de la caída de la llamada "banda de los cuatros" pusiera en evidencia toda la miseria y el horror de la "gran revolución cultural proletaria" basada en marxismo-leninismo pensamiento Mao Tse Tung, que tendrá la virtud de seducir a una sector nada desdeñable de la “intelligentzia” radical occidental que interpreta dicha “revolución” como el ejemplo más evidente del potencial invencible del ideario frente a la descomposición acelerada del sistema, y la imposición del “revisionismo” en la URSS y en el Este.

Sin embargo, toda esta corriente de pensamiento desaparecerá como por ensalmo cuando muere Mao, y sus sicarios de “la banda de los cuatro” caen en desgracia, y la llamada “gran revolución cultural proletaria” se evidencia como cualquier cosa menos lo que dice ser. Betheleim escribe entonces una declaración –publicada entre nosotros en “El Viejo Topo”--en la que desdice de todo su esfuerzo por establecer un nuevo parámetro –filtrado por las breves indicaciones de Mao al respecto- análisis del estalinismo, por otro lado, hacía tiempo que también había quedado claro que la historia del PC chino, por lo menos hasta 1927, no se parecía en casi nada a la producida oficialmente por el partido chino en el poder. Esta crisis será suficiente para que esta corriente “antirevisionista” y “antieconomicista” se diluya como si nunca hubiera existido, y sus defensores –como el entonces “cerebro” del colectivo “Bandera Roja”, Jordi Solé Tura, por no hablar de los líderes e intelectuales de otros grupos maoístas- archiven sus disquisiciones sobre la “teoría de los tres mundos” con la Pekín justificaba una equidistancia similar del mundo capitalista y revisionista, y algunos se convertirán en “enfants terribles”, los llamados “nuevos filósofos”, cuya obra circunstancial fue olvidada inmediatamente por más que sus componentes eran genios de la publicidad.

La mayor tentativa de origen maoísta por establecer una historia alternativa fue la realizada por Charles Bettelheim que trató de encontrar un nuevo enfoque filosófico en el que –como hace Furet con otras intenciones- la interpretación correcta “marxista” sustituye cualquier pretensión de reconstruir rigurosamente los acontecimientos (lo que Stalin menospreciaba como “papeles”). Su aportación a la cuestión, “La lucha de clases en la URSS” (2 t., Ed. Siglo XXI, 1976), un título que sugiere como el “avance” del “socialismo” conlleva un acrecentamiento de las resistencias conservadoras, un argumento que justifica que al final la URSS ya habría abandonado el socialismo, fue el producto de años de trabajo en laboratorio, y se descompuso como un castillo de naipes después de la muerte de Mao, la caída de la “Banda de los Cuatro”, y la revolución de los desastres de la mal llamada “gran revolución cultural proletaria”. El propio Bettelheim efectuó rápidamente su propia crítica en un texto bastante brillante “El estalinismo, la ideología del capitalismo de Estado en la URSS” (“El Viejo topo”, 30-31), para desaparecer del escenario. Un compendio de estas teorías digamos neoestalinistas, lo podemos encontrar en el número especial de la revista de la Organización Revolucionario de Trabajadores (ORT), “El Cárabo” (Madrid, 1976), con el título de “Tiempo de Stalin”, en la que éste es defendido de las tesis burguesas, trotskistas y revisionistas. Esta revista estaba a la sazón dirigida por Joaquín Estefanía, ulteriormente director de “El País”. A título de curiosidad cabría añadir que la dirección de “Bandera Roja”, con Jordi Solé Tura al frente redactó por la época una “Historia” antirevisionista del PCE que no hubo tiempo de dar a conocer por la evolución de los acontecimientos.

Por su mayor implantación, los partidos comunistas occidentales más evolucionados, se verán conmovidos por la suma de acontecimientos formada por la crisis del XX Congreso del PCUS, la revolución húngara del mismo año, 1956, las revelaciones ulteriores sobre los desastres del estalinismo, amén de la presencia constante de testimonios de disidentes, empezando por Milovan Djilas, representativo de la ruptura de Tito, sin olvidar claro está, otras presiones como las dominantes. En los años siguientes, el fenómeno de los excomunistas se extenderá con constantes aportaciones, algunas como las novelas iniciales del Solzhenitsin “leninista” disidente, que habían podido “respirar” en las fases del “deshielo” de Jruschev. Ahora provienen de todas partes, de la URSS, del Este, del propio partido, de los “compañeros de ruta”. Algunos pueden ser considerados como impresentables –el caso del “poeta” cubano Valladares quizás sea el más patético--, pero otros no pueden ser tachado como meros asalariados de Estados Unidos o de la derecha, por más estos no desaprovechan las ocasiones. Llega un momento en que parecía confirmarse la “boutade” de André Malraux –también atribuida a Ignazio Silone- según la cual la lucha final se dirimirá entre los comunistas y los excomunistas, aunque era únicamente un espejismo, los ex se dividían entre los herejes y los renegados, y estos acabarían entrando triunfante en el carro de la victoria.

En este contexto también tiene lugar la emergencia de un proceso de revisión parcial que tuvo al PCI del Palmito Togliatti "policentrista", como máxima expresión, y su expresión en el debate histórico con las aportaciones de algunos de sus historiadores más serios como Valentino Gerratana, Vittorio Strada, Guiseppe Boffa o Guiliano Procacci. En Francia, el papel dinamizador y crítico lo acabarían jugando, bien desde dentro del PCF, pero a veces en abierta disidencia, personalidades como Roger Garaudy, Louis Althusser, o el historiador Jean Ellenstein, autor de una serie de trabajos críticos muy valorados por entonces desde el horizonte “eurocomunista”, hasta que se llega a una fase de deterioro acelerado.

También en Gran Bretaña, el PC iniciará un proceso que acabará con su práctica desaparición, y que intelectualmente animan entre otros Christopher Hill, Monthy Johnston y sobre todo, Eric J. Hobsbawn, uno de los historiadores marxistas más prolijo y creativo que, por lo demás coincidente con un importante enriquecimiento de las aportaciones teóricas marxistas en la isla, sobre todo la alimentada desde la revista “New Left Review”, que se sigue publicando, y de la que existe una edición en castellano. Una buena síntesis de las aportaciones del marxismo británico que aborda prácticamente casi todas las cuestiones abordadas en este texto. Nos referimos al “Diccionario del pensamiento marxista” (Ed. Tecnos, Madrid, 1984), editado por Tom Bottmore, con aportaciones de Ralph Miliband, y Leszek Kolakowski, entre otros, compendio de la sabiduría marxista de los años sesenta-setenta, y que recibiría golpes devastadores en los ochenta, cuando este tipo de trabajos se fueron haciendo cada vez más raros, verdadero veneno para las editoriales..

Recordemos que el marxismo consiguió en los sesenta, una significada influencia en Norteamérica, y sus aportaciones fueron una de las expresiones del grado de madurez que había llegado el pensamiento socialista en los años sesenta-setenta. En un área no muy distanciada cabía incluir la visión aportada por Herbert Marcuse, uno de los teóricos marxistas más influyentes de su época, sobre todo entre las nuevas generaciones de la izquierda norteamericana.

Todo este movimiento crítico, que en los sesenta fue englobado bajo la denominación general de “Nueva izquierda”, fue de una extrema complejidad, y tuvo una repercusión extraordinaria en las universidades y en las nuevas generaciones, aunque no alcanzó a la clase obrera, que en lo fundamental siguió controlada por los partidos de la izquierda tradicional. Quizás por esta razón, esta labor acabará mostrándose harto insuficiente para frenar la acelerada descomposición del “mundo comunista”, de unos regímenes cuyos presuntos errores, aparecen cada vez más claramente como horrores, y de unos partidos que no habían sabido romper su hilo u8mbilical con la parte oscura de su historia. En esta fase se da obviamente una reacción crítica en los partidos comunistas que, desde diferentes grados, ya habían iniciado su propia “Glasnost” desde los años sesenta. También la “perestroika” da lugar a una impresionante bibliografía, pero en los noventa la veta reformadora acabará agotándose.

Se culpa a Gorbatchev, pero lo cierto es que un edificio tan descomunal no cae de la noche a la mañana, y sin haberse descompuesto por abajo.

En los años siguientes, los partidos comunistas se verán drásticamente obligados a resituarse. Su historial marcado por los años de luchas sociales, por su papel en la resistencia antifascista, su peso en el movimiento obrero y su influencia entre la intelectualidad inconformista, comenzó a deteriorarse: su lado oscuro cobraba cada vez más protagonismo, su lugar entre los trabajadores se desestructuraba, y los intelectuales distanciaban, bien por la derecha bien (en menor grado) por la izquierda. La crisis llegó en alguno casos a plantear su total desaparición, como ocurrirá de hecho con el más importante de todo, el italiano, cuya ala derecha se desplazará para tratar de ocupar el espacio de la socialdemocracia italiana, punta de lanza del anticomunismo más beligerante con Craxi –de quién, por cierto, se publicaron en la revista “Sistema” “proche” al PSOE, unos artículos en la que el “leninismo” era duramente criticado con planteamientos fundamentados en…Proudhom. Mayor impostura imposible, porque su Proudhom además era ya un vulgar liberal: el robo ya no lo cometía la propiedad sino el Estado, algo sobre lo que Craxi sabía lo suyo-- que, como es sabido, acabará podrida a la sombra del “Zar” Berlusconi. Sin embargo, resulta claro que los signos de los tiempos van más en el sentido de Berlusconi que no en del esforzado planteamiento “refundacional” de Fausto Bertinotti (que ha acabado en el mismo socavón que otros partidos comunistas, en uno que hace creer que no hay vida fuera de las instituciones cuando es justo al revés; no hay vida en las instituciones salvo que trabajes como portavoz revocable de movimientos vivos de los que el delegado hace “publicidad” y agitación).

En Francia aparecen fenómenos tan alarmantes como que sectores muy amplios de la clase obrera francesa que antes votaban comunista ahora lo hacían por Le Pen. En medio de este curso se sitúa la caída simbólica de sus líderes históricos, que como en el caso francés de Maurice Thorez, la denuncia de sus vesanias, denunciadas a finales de los años cuarenta por André Marty. Quizás valga pena detenerse en este viejo comunista, célebre por haber encabezado una insurrección de la marina francesa en el Báltico que operaba a favor de los “blancos” durante la guerra civil, durante años arquetipo de estaliniano “naif” cuya fe primaria le llevó a perpetrar barbaridades, algunas de ellas tristemente célebres durante nuestra guerra civil (de las que ofreció testimonio Ernest Hemingway en “Por quien doblan las campanas”), pero que se contó entre los primeros en levantar las armas contra la ocupación nazi, pasando por alto el pacto nazi-soviético, y la cobardía de la dirección del partido francés. Marty ya no aceptó sin callar la campaña contra Tito, ni miró a otro lado delante de la corrupción de Thorez, el mítico “hijo del pueblo”. Al final de sus días, sus relaciones fueron con la sección francesa de la Cuarta Internacional, pero Thorez siguió, hasta que finalmente su oscuro historial, y su penosa herencia, acabaron pesando como una loza sobre un partido que había forjado una burocracia propia siguiendo el modelo de la “nomenklatura” soviética.

Entre nosotros, Carrillo no tenía precisamente un “curriculum” para superar esta coyuntura. Cada vez que salía por la TV, una cohorte de “arrepentidos” del tipo de Arrabal, Sánchez Dragó o Bernard Henri-Levy, le preguntaban por sus víctimas, por comunistas como León Trilla o Quiñones. Con un historial ciertamente oscuro, el líder indiscutido del PCE (que había pedido “todo el poder” en su IX Congreso) naturalmente carecía de una respuesta mínimamente convincente. En mi modesta opinión, este pasado no fue ajeno a su indigna participación en el llamado “pacto entre caballeros” según el cual exfranquistas y exrepublicanos hacían tabula rasa de sus respectivos pasados, aunque cada uno ocultaba cosas muy distintas. Un pacto que contribuyó a “olvidar” la historia del antifranquismo, pero que no fue obstáculo para que el PCE-PSUC sufriera las consecuencias de la ola denigratoria. Una ola que trató de ahogar los desiguales esfuerzos de Julio Anguita por insuflar –sin replantearse a fondo su lugar en el nuevo curso histórico- cierto aliento crítico al proyecto de IU, atribuyéndole complicidades pasadas hasta con Ceaucescu, un traje que correspondía plenamente a Santiago Carrillo (ahora convertido en “autoridad” para hablar contra IU y a favor del PSOE en el poder).

Sin embargo, ahora que Carrillo ya no molestaba a nadie, y cumple probamente sus funciones de “personaje” reconocido por la creación de una nueva historia oficial, una especie de “película” protagonizada por Juan Carlos II como el Gary Cooper que estaba en los cielos, se operaba un juego de manos en la distribución de los papeles, y el estereotipo creado por las “hazañas” de Carrillo se atribuían interesadamente a Julio Anguita, o al llamado “anguitismo”. En esta tesitura el PCE-PSUC no mostraría una mayor capacidad de reacción que sus “partidos hermanos”, y se limitó a declaraciones puntuales contra el estalinismo, al tiempo que se negaba a reconsiderar su historia, ofreciendo homenajes acríticos a Dolores Ibarruri o a Enrique Lister. Al PCE se le agradecían los servicios prestados, los comunistas “aggiornados” en la estela de D´Alema como Manuel Azcárate, Jordi Solé Tura. Santiago Carrillo, Simón Sánchez Montero Antonio Elorza, Rafael Ribó, y tantos otros eran realzados por su capacidad de adaptarse a los tiempos presentes.

Los años noventa marcan el cenit de un cerco cultural que acabará arruinando toda una historia. Una historia que dará al traste con todo el movimiento obrero clásico y que llevará a toda la izquierda institucional a jugar el papel de “gestores leales” del neoliberalismo…La diferencia con Léon Blum es que en tiempos de éste, la iniciativa en la lucha de clases la llevaban las masas, en tanto que ahora, la iniciativa es del “gran dinero”. Aunque sea por la puerta izquierda, entrar en las instituciones significa perder toda capacidad de cambiar nada, tanto es así que, salvo contadas excepciones como la de Marinaleda donde la iniciativa sigue estando por abajo, lso ayuntamientos de izquierda gestionan lo que púdicamente llaman “externilización”, una manera alambicada de privatizar servicios porque los presupuestos son los presupuestos…sin embargo, está siendo el mismo capitalismo con su arrogancia y su embrutecidas ambiciones los que están provocando una nueva situación. Una situación que nos obligará a cambiarlo todo de arriba a abajo, comenzando por nosotros mismos.

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Cultura y Socialismo

domingo, 7 de diciembre de 2008



Leon Trotsky

Empecemos recordando que cultura significó originalmente campo arado y cultivado, en oposición a la floresta o al suelo virgen. La cultura se oponía a la Naturaleza, es decir, lo que el hombre había conseguido con sus esfuerzos se contrastaba con lo que había recibido de la Naturaleza. Esta antítesis fundamental conserva su valor hoy día.
Cultura es todo lo que ha sido creado, construido, aprendido, conquistado por el hombre en el curso de su Historia, a diferencia de lo que ha recibido de la Naturaleza, incluyendo la propia historia natural del hombre como especie animal. La ciencia que estudia al hombre como producto de la evolución animal se llama antropología. Pero desde el momento en que el hombre se separó del reino animal -y esto sucedió cuando fue capaz de utilizar los primeros instrumentos de piedra y madera y con ellos armó los órganos de su cuerpo-, comenzó a crear y acumular cultura, esto es, todo tipo de conocimientos y habilidades para luchar con la Naturaleza y subyugarla.

Cuando hablamos de la cultura acumulada por las generaciones pasadas pensamos fundamentalmente en sus logros materiales, en la forma de los instrumentos, en la maquinaria, en los edificios, en los monumentos... ¿Es esto cultura? Desde luego son las formas materiales en las que se ha ido depositando la cultura -cultura material-. Ella es la que crea, sobre las bases proporcionadas por la Naturaleza, el marco fundamental de nuestras vidas, nuestra vida cotidiana, nuestro trabajo creativo. Pero la parte más preciosa de la cultura es la que se deposita en la propia conciencia humana, los métodos, costumbres, habilidades adquiridas y desarrolladas a partir de la cultura material preexistente y que, a la vez que son resultado suyo, la enriquecen. Por tanto, consideraremos como firmemente demostrado que la cultura es un producto de la lucha del hombre por la supervivencia, por la mejora de sus condiciones de vida, por el aumento de poder. Pero de estas bases también han surgido las clases. A través de su proceso de adaptación a la Naturaleza, en conflicto con las fuerzas exteriores hostiles, la sociedad humana se ha conformado como una compleja organización clasista. La estructura de clase de la sociedad ha determinado en alto grado el contenido y la forma de la historia humana, es decir, las relaciones materiales y sus reflejos ideológicos. Esto significa que la cultura histórica ha poseído un carácter de clase.

La sociedad esclavista, la feudal, la burguesa, todas han engendrado su cultura correspondiente, diferente en sus distintas etapas y con multitud de formas de transición. La sociedad histórica ha sido una organización para la explotación del hombre por el hombre. La cultura ha servido a la organización de clase de la sociedad. La sociedad de explotadores ha creado una cultura a su imagen y semejanza. ¿Pero debemos estar por esto en contra de toda la cultura del pasado?
Aquí existe, de hecho, una profunda contradicción. Todo lo que ha sido conquistado, creado, construido por los esfuerzos del hombre y que sirve para reforzar el poder del hombre, es cultura. Sin embargo, dado que no se trata del hombre individual, sino del hombre social, dado que en su esencia la cultura es un fenómeno sociohistórico y que la sociedad histórica ha sido y continúa siendo una sociedad de clases, la cultura se convierte en el principal instrumento de la opresión de clase. Marx dijo: “Las ideas dominantes de una época son esencialmente las ideas de su clase dominante.” Esto también se aplica a toda la cultura en su conjunto. Y, no obstante, nosotros decimos a la clase obrera: asimila toda la cultura del pasado, de otra forma no construirás el socialismo. ¿Cómo se explica esto?

Sobre esta contradicción mucha gente ha dado un traspiés, y si los tropezones son tan frecuentes es porque se enfoca la concepción de la sociedad de clases de una forma superficial, semiidealista, olvidando que lo fundamental de ella es la organización de la producción. Cada sociedad de clases se ha constituido sobre determinados métodos de lucha contra la Naturaleza, v estos métodos se han ido modificando siguiendo el desarrollo de la técnica. ¿Qué es lo primero, la organización clasista de una sociedad o sus fuerzas productivas? Sin duda, sus fuerzas productivas. Sobre ellas es sobre lo que, dependiendo de su desarrollo, se modelan y remodelan las sociedades. En las fuerzas productivas se expresa de forma material la habilidad económica de la Humanidad, su habilidad histórica, para asegurarse la existencia. Sobre estos cimientos dinámicos se levantan las clases que, en su interrelación, determinan el carácter de la cultura.

Y ahora, antes que nada, nos tenemos que preguntar con respecto a la técnica: ¿es únicamente un instrumento de la opresión de clase? Basta exponer tal problema para que se conteste inmediatamente: No; la técnica es la principal conquista de la Humanidad; aunque hasta el momento haya servido como instrumento de explotación, al mismo tiempo es la condición fundamental para la emancipación de los explotados. La máquina estrangula al esclavo asalariado dentro de su puño; pero el esclavo sólo puede liberarse a través de la máquina. Aquí está la raíz del problema.

Si no olvidamos que la fuerza impulsara del proceso histórico es el desarrollo de las fuerzas productivas, liberando al hombre de la dominación de la Naturaleza, entonces encontramos que el proletariado necesita conocer la totalidad de los conocimientos y técnicas creadas por la Humanidad en el curso de su historia, para elevarse y reconstruir la vida sobre los principios de la solidaridad.
“¿Impulsa la cultura a la técnica, o es la técnica la que impulsa a la cultura?” Plantea una de las preguntas que tengo ante mí por escrito. Es erróneo plantear la cuestión de tal forma. La técnica no puede ser enfrentada a la cultura, ya que constituye su principal instrumento. Sin técnica no existe cultura. El desarrollo de la técnica impulsa la cultura. Y la ciencia o la cultura general levantadas sobre la base de la técnica, constituyen, a su vez, una potente ayuda para el desarrollo posterior de la técnica. Nos encontramos ante una interacción dialéctica.

Camaradas, si queréis un ejemplo sencillo, pero expresivo de las contradicciones contenidas en la propia técnica, no encontraréis otro mejor que el de los ferrocarriles. Si veis los trenes de pasajeros de Europa occidental, apreciaréis que tienen coches de diferentes “Clases”. Estas clases nos traen a la memoria las clases de la sociedad capitalista. Los coches de primera son para los privilegiados círculos superiores; los de segunda clase, para la burguesía media; los de tercera, para la pequeña burguesía, y los de cuarta, para el proletariado, que antiguamente fue llamado, con muy buena razón, el Cuarto Estado. En sí mismos, los ferrocarriles suponen una conquista técnico-cultural colosal para la Humanidad y en un solo siglo han transformado la faz de la Tierra. Pero la estructura clasista de la sociedad también revierte en la de los medios de comunicación; y nuestros ferrocarriles soviéticos aún están muy lejos de la igualdad no sólo porque utilicen los coches heredados del pasado, sino también porque la N. E. P. prepara el camino para la igualdad, pero no la realiza.

Antes de la época del ferrocarril la civilización se desenvolvía junto a las costas de los mares y las riberas de los grandes ríos. El ferrocarril abrió continentes enteros a la cultura capitalista. Una de las principales causas, si no la principal, del atraso y la desolación del campo ruso es la carencia de ferrocarriles, carreteras y caminos vecinales. Así, las condiciones en que viven la mayoría de las aldeas son todavía precapitalistas. Tenemos que vencer lo que es nuestro mayor aliado y a la vez nuestro más grande adversario: nuestros grandes espacios. La economía socialista es una economía planificada. La planificación supone principalmente comunicación; y los medios de comunicación más importantes son las carreteras y los ferrocarriles. Toda nueva línea de ferrocarril es un camino hacia la cultura, y en nuestras condiciones también un camino hacia el socialismo. Además, al progresar la técnica de las comunicaciones y la prosperidad del país, el entorno social de nuestros ferrocarriles cambiará: desaparecerá la separación en distintas “clases”, todo el mundo podrá viajar en coches cómodos... y ello si en ese momento la gente todavía viaja en tren y no prefiere el aeroplano, cuando sea accesible a todos.

Tomemos otro ejemplo: los instrumentos del militarismo, los medios de exterminio. En este campo, la naturaleza clasista de la sociedad se expresa de un modo especialmente candente y repulsivo. Sin embargo, no existe sustancia destructiva (explosiva o venenosa), cuyo descubrimiento no haya sido en sí mismo una importante conquista científica y técnica. Las sustancias explosivas o las venenosas también se usan para fines creativos y han abierto nuevas posibilidades en el campo de la investigación.

El proletariado sólo puede tomar el poder quebrando la vieja maquinaria del Estado clasista. Nosotros hemos llevado a cabo esta tarea como nadie lo había hecho antes. Sin embargo, al construir la maquinaria del nuevo Estado hemos tenido que utilizar, en un grado bastante considerable, elementos del viejo. La futura reconstrucción socialista de la maquinaria estatal está estrechamente ligada a nuestras realizaciones políticas, económicas v culturales.

No debemos destrozar la técnica. El proletariado ha tomado posesión de las fábricas equipadas por la burguesía en el mismo estado en que las encontró la revolución. El viejo equipo todavía nos sirve. Este hecho nos muestra de manera gráfica y directa que no podemos renunciar a la “herencia”. Sin embargo, la vieja técnica, en el estado en que la hemos encontrado, es completamente inadecuada para el socialismo, al constituir una cristalización de la anarquía de la economía capitalista. La competencia entre diferentes empresas a la busca de ganancias, la desigualdad de desarrollo entre los distintos sectores de la economía, el atraso de ciertos campos, la atomización de la agricultura, la apropiación de fuerza humana, todo ello encuentra en la técnica una expresión de hierro y bronce. Pero mientras la maquinaria de la opresión de clase puede ser destrozada por un golpe revolucionario, la maquinaria productiva de la anarquía capitalista sólo puede ser reconstruida en forma gradual. El período de restauración en base al viejo equipo no ha hecho más que colocarnos ante el umbral de esta enorme tarea. Debemos completarla cueste lo que cueste.

La cultura espiritual es tan contradictoria como la material. Y si de los arsenales y de los almacenes de la cultura material tomamos y ponemos en circulación no arcos y flechas, ni instrumentos de piedra, o de la Edad de Bronce, sino las herramientas más desarrolladas y de técnica más moderna de que podemos disponer, en lo referente a la cultura espiritual debemos actuar de la misma forma.

El fundamental elemento de la cultura de la vieja sociedad era la religión. Poseyó una importancia suprema como forma de conocimiento y unidad humana; pero por encima de todo, en ella se reflejaba la debilidad del hombre frente a la Naturaleza y su impotencia dentro de la sociedad. Nosotros rechazamos totalmente la religión y todos sus sustitutos.

Con la filosofía resulta distinto. De la filosofía creada por la sociedad de clases debemos tomar dos elementos inapreciables: el materialismo y la dialéctica. Gracias a la combinación orgánica de ambos, Marx creó su método y levantó su sistema. Y éste es el método que sustenta al leninismo.

Si pasamos a examinar la ciencia, en el estricto sentido del término, es obvio que nos encontramos ante una enorme reserva de conocimientos y técnicas acumuladas por la Humanidad a través de su larga existencia. Es verdad que se puede mostrar que en la ciencia, cuyo propósito es el conocimiento de la realidad, hay muchas adulteraciones tendenciosas de clase. Si hasta los ferrocarriles expresan la posición privilegiada de unos y la pobreza de otros, esto que aparece todavía más claro en la ciencia, cuyo material es en gran parte más flexible que el metal y la madera con los que están hechos los coches de tren. Pero tenemos que reconocer el hecho de que el trabajo científico se alimenta fundamentalmente de la necesidad de lograr el conocimiento de la Naturaleza. Aunque los intereses de clase han introducido y todavía introducen tendencias falsas hasta en las ciencias naturales, este proceso de falsificación está restringido a unos límites tras los cuales empezaría a impedir directamente el proceso tecnológico. Si examináis, las ciencias naturales de arriba abajo, desde la acumulación de hechos elementales hasta las generalizaciones más elevadas y complejas, cuanto más cercana a la materia y a los hechos permanece, más fidedignos son los resultados finales, y, por el contrario, cuanto más amplias son las generalizaciones y más se aproxima la ciencia natural a la filosofía, más sujetas están a la influencia de los intereses de clase.

Las cosas son más complicadas y difíciles al acercarnos a las ciencias sociales y a las llamadas “humanidades”. También en esta esfera, por supuesto, lo fundamental es conseguir el conocimiento de lo existente. Gracias a este hecho tenemos la brillante escuela de los economistas burgueses clásicos. Pero los intereses de clase, que actúan mucho más directamente y con mayor vigor en el campo de las ciencias sociales que en el de las ciencias naturales, pronto frenaron el desarrollo del pensamiento económico de la sociedad burguesa. Sin embargó, en este campo los comunistas estamos mejor equipados que en ningún otro. Los teóricos socialistas, despertados por la lucha obrera, han partido de la ciencia burguesa para después criticarla, y han creado a través de los trabajos de Marx y Engels el potente método del materialismo histórico y la espléndida aplicación de este método en El Capital. Esto no significa, desde luego, que estemos vacunados contra la influencia de las ideas burguesas en el campo de la economía y la sociología. En absoluto; a cada paso, las más vulgares tendencias del socialismo profesional y de la pequeña burguesía Narodniki, han puesto en circulación entre nosotros los viejos “tesoros” del conocimiento, aprovechando para colar su mercancía las deformadas y contradictorias relaciones de la época de transición. A pesar de todo, en esta esfera contamos con los criterios indispensables del marxismo verificadas y enriquecidas por las obras de Lenin. Y rebatiremos con más vigor a los economistas y a los sociólogos vulgares si no cerrarnos los ojos a la experiencia cotidiana y si consideramos el desarrollo mundial como una totalidad, sabiendo distinguir sus rasgos fundamentales bajo los que no son más que simples cambios coyunturales.

En general, en el campo del derecho, la moral o la ideología, la situación de la ciencia burguesa es todavía más lamentable que en el de la economía. Para encontrar una perla de conocimiento auténtico en estas esferas es necesario rebuscar en decenas de estercolemos profesionales.

La dialéctica y el materialismo son los elementos básicos del conocimiento marxista del mundo. Pero esto no significa que puedan ser aplicados a cualquier campo del conocimiento como si se tratara de una llave maestra. La dialéctica no puede ser impuesta a los hechos, sino que tiene que ser reducida de ellos, de su naturaleza y desarrollo. Solamente una concienzuda labor sobre una enorme masa de materiales posibilitó a Marx aplicar el sistema dialéctico a la economía, y extraer la concepción del valor como trabajo social. Marx construyó de la misma forma sus obras históricas, e incluso sus artículos periodísticos. El materialismo dialéctico únicamente puede ser aplicado a nuevas esferas del conocimiento si nos situamos dentro de ellas. Para superar la ciencia burguesa es preciso conocerla a fondo; y no llegaréis a ninguna parte con críticas superficiales mediante órdenes vacías. El aprender y el aplicar van codo a codo con el análisis crítico. Tenemos el método, pero el trabajo a realizar es suficiente para varias generaciones.

La crítica marxista en la ciencia debe ser vigilante y prudente, de otra forma podría degenerar en nueva charlatanería, en famusovismo. Tomad la psicología; incluso la reflexología de Pavlov está completamente dentro de los cauces del materialismo dialéctico; rompe definitivamente la barrera existente entre la fisiología y la psicología. El reflejo más simple es fisiológico, pero un sistema de reflejos es el que no da la “consciencia”. La acumulación de la cantidad fisiológica da una nueva cantidad “psicológica”. El método de la escuela de Pavlov es experimental y concienzudo. Poco a poco se va avanzando en las generalizaciones: desde la saliva de los perros a la poesía -a los mecanismos mentales de la poesía, no a su contenido social-, aun cuando los caminos que nos conducen a la poesía aún no hayan sido desvelados.

La escuela del psicoanalista vienés Freud procede de una manera distinta. Da por sentado que la fuerza impulsara de los procesos psíquicos más complejos y delicados es una necesidad fisiológica. En este sentido general es materialista, incluso la cuestión de si no da demasiada importancia a la problemática sexual en detrimento de otras, es ya una disputa dentro de las fronteras del materialismo. Pero el psicoanalista no se aproxima al problema de la conciencia de forma experimental, es decir, yendo del fenómeno más inferior al más elevado, desde el reflejo más sencillo al más complejo, sino que trata de superar todas estas fases intermedias de un salto, de arriba hacia abajo, del mito religioso al poema lírico o el sueño a los fundamentos psicológicos de la psique.

Los idealistas nos dicen que la psique es una entidad independiente, que el “alma” es un pozo sin fondo. Tanto Pavlov como Freud piensan que el fondo pertenecen a la fisiología. Pero Pavlov desciende al fondo del pozo, como un buzo, e investiga laboriosamente subiendo poco a poco a la superficie, mientras que Freud permanece junto al pozo y trata de captar, con mirada penetrante, la forma de los objetos que están en el fondo. El método de Pavlov es experimental; el de Freud está basado en conjeturas, a veces en conjeturas, a veces en conjeturas fantásticas. El intento de declarar al psicoanálisis “incompatible” con el marxismo y volver la espalda a Freud es demasiado simple, o más exactamente demasiado simplista. No se trata de que estemos obligados a adoptar su método, pero hay que reconocer que es una hipótesis de trabajo que puede producir y produce sin duda reducciones y conjeturas que se mantienen dentro de las líneas de la psicología materialista. Dentro de su propio método, el procedimiento experimental facilitaría las pruebas para estas conjeturas.

Pero no tenemos ni motivo ni derecho para prohibir el otro método, ya que, aun considerándole menos digno de confianza, trata de anticipar la conclusión a la que el experimental se acerca muy lentamente[1].

Por medio de estos ejemplos quería mostrar, aunque sólo fuera parcialmente, tanto la complejidad de nuestra herencia científica como la complejidad de los caminos por los que el proletariado ha de avanzar para apropiarse de ella. Si no podemos resolver por decreto los problemas de la construcción económica y tenemos que “aprender a negociar”, así tampoco puede resolver nada en el campo científico la publicación de breves órdenes; con ellas sólo conseguiríamos daño y mantener la ignorancia. Lo que necesitamos en este campo es “aprender a aprender”.

El arte es una de las formas mediante las que el hombre se sitúa en el mundo; en este sentido el legado artístico no se distingue del científico o del técnico, y no es menos contradictorio que ellos. Sin embargo, el arte, a diferencia de la ciencia, es una forma de conocimiento del mundo, no un sistema de leyes, sino un conjunto de imágenes y, a la vez, una manera de crear ciertos sentimientos o actividades. El arte de los siglos pasados ha hecho al hombre más complejo y flexible, ha elevado su mentalidad a un grado superior y le ha enriquecido en todos los órdenes. Este enriquecimiento constituye una preciosa conquista cultural. El conocimiento del arte del pasado es, por tanto, una condición necesaria tanto para la creación de nuevas obras artísticas como para la construcción de una nueva sociedad, ya que lo que necesita el comunismo son personas de mente muy desarrollada. ¿Pero puede el arte del pasado enriquecernos con un conocimiento artístico del mundo? Puede precisamente porque es capaz de nutrir nuestros sentimientos y educarlos. Si repudiáramos el arte del pasado de modo infundado, nos empobreceremos espiritualmente.

Hoy en día se advierte una tendencia a defender la idea de que el único propósito del arte es la inspiración de ciertos estados de ánimo y de ninguna manera el conocimiento de la realidad. La conclusión que se extrae de ella es: ¿con qué clase de sentimientos no nos infectará el arte de la nobleza o de la burguesía? Esta concepción es radicalmente falsa. El significado del arte como medio de conocimiento -también para la masa popular, e incluso especialmente para ella- es muy superior a su significado “sentimental”. La vieja épica, la fábula, la canción, los relatos o la música popular proporcionan un tipo de conocimiento gráfico, iluminan el pasado, dan un valor general a la experiencia y sólo en conexión con ellos y gracias a esta conexión nos podemos “sintonizar”. Esto también se aplica a toda la literatura en general, no sólo a la poesía épica, sino también a la lírica. Se aplica a la pintura y a la escultura. La única excepción, a cierto nivel, es la música, ya que su efecto, aunque poderoso, resulta parcial. También la música, por supuesto, proporciona un determinado conocimiento de la naturaleza, de sus sonidos y ritmos; pero aquí el conocimiento yace tan soterrado, los resultados de la inspiración de la naturaleza son a tal grado refractados a través de los nervios de la persona, que la música aparece como una “revelación” autosuficiente. A menudo se han hecho intentos de aproximar al resto de las formas artísticas a la música, considerando a ésta como el arte más “infeccioso”, pero esto siempre ha significado una depreciación del papel de la inteligencia en el arte, a favor de una sentimentalidad informe, y en este arte estos intentos han sido y son reaccionarios... Desde luego, lo peor de todo son aquellas obras de “arte” que ni ofrecen conocimientos gráficos ni “infección” artística, sino pretensiones desorbitadas. En nuestro país se imprimen no pocas obras de arte de este tipo, y desafortunadamente no en los libros de texto de arte, sino en miles de copias...

La cultura es un fenómeno social. Precisamente por ello el lenguaje, como órgano de intercomunicación entre los hombres, es un instrumento más importante. La cultura del propio lenguaje es la condición más importante para el desarrollo de todas las ramas de la cultura, especialmente la ciencia y el arte. De la misma forma que la técnica no está satisfecha de los viejos aparatos de medición y crea otros nuevos, micrómetros, voltámetros..., tratando de obtener y obteniendo mayor precisión, así en material de lenguaje de capacidad para escoger las palabras adecuadas y combinarlas de la forma adecuada, se requiere un trabajo sistemático y tenaz para conseguir el mayor grado de precisión, claridad e intensidad. La base de este trabajo debe ser la lucha contra el analfabetismo, semianalfabetismo y el alfabetismo rudimentario. El próximo paso será la asimilación de la literatura clásica rusa.

Sí, la cultura fue el principal instrumento de la opresión de clase; pero también es, y sólo ella puede serlo, el instrumento de la emancipación socialista.
(Publicado en 1926-27)

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¿"Democracia" o democracia obrera?



Alfredo Torrado
Rebelión

Hay que tener mucho cuidado con la "democracia". Es una palabra demasiado usada, demasiado cargada (o vaciada) de significado. La mayoría sabe que su historia se remonta a Atenas y que el término puede traducirse como "poder del pueblo", y poco más… Desde hace un tiempo vengo leyendo algunos artículos de Joan Tafalla y Joaquín Miras acerca de la democracia. A partir del diagnóstico acertado y compartido, afortunadamente, por muchos comunistas de que el defecto formal de los regímenes del llamado "socialismo real" fue su falta de democracia, Tafalla y Miras han caído en el error de reducir la democracia a su aspecto formal. Se trata, por tanto, de una interpretación idealista de la democracia. Se trata del mismo error que Lenin, entre otros, criticara en el reformismo socialdemócrata de Kautsky y compañía, sólo que Tafalla y Miras no reivindican la "democracia representativa" (esa contradicción en los términos), sino la "democracia directa".
Estos autores pretenden, además, fundamentar su posición en la de Marx, Engels y Lenin ("aunque algunos "leninistas" lo hayan negado, existe una sólida teoría del Estado y de la democracia en Lenin", dice Tafalla en su artículo "7 ideas sobre política, democracia y construcción del sujeto revolucionario a principios de siglo": http://www.rebelion.org/noticia.php?id=21072. Pero lo que existe en Lenin es una sólida teoría del Estado y de la dictadura del proletariado o la democracia obrera). Advierto que no voy a hacer una crítica pormenorizada de los textos de Tafalla y Miras, lo que excedería el marco de un artículo. Pero, aunque no cite sistemáticamente sus artículos, debe entenderse que las posiciones que critico son compartidas por ellos.

Empecemos por el tema de la democracia ateniense. Como se sabe, la sociedad ateniense era una sociedad esclavista y patriarcal. En consecuencia, en Atenas los esclavos, las mujeres y los extranjeros estaban excluidos de la participación política. Por ello la democracia ateniense ha sido vulgarmente interpretada como una democracia limitada, en comparación con la "democracia moderna". Esta interpretación es promovida por la teoría política burguesa, que rechaza la existencia de las clases sociales, la explotación de una clase por otra y la lucha de clases. La democracia ateniense era una democracia directa (valga la redundancia). Las instituciones y procedimientos democráticos que encontramos en la Comuna de Paris de 1871 o en los soviets rusos (el mandato imperativo, la revocabilidad, la temporalidad, la rotación y la rendición de cuentas de los cargos públicos, etc.) ya se encontraban en la democracia ateniense, junto con otros que no encontramos en la Comuna ni en los soviets, como el procedimiento de elección por sorteo, utilizado casi compulsivamente en Atenas. Y, aun siendo una verdadera democracia, el régimen político ateniense era un régimen esclavista, patriarcal e imperialista. Lo que diferencia a la democracia ateniense y a los soviets rusos no es, ante todo, su aspecto formal, sino su contenido de clase. Para la teoría marxista, el Estado es el aparato de dominación de una clase sobre otra. La democracia es una forma de Estado (un régimen político) entre otras y, en tanto que tal, una forma de dominio de una clase sobre otra. Lo que distingue al régimen democrático es que la clase dominante ejerce su dominio colectivamente. En el caso de la democracia ateniense, la clase dominante era la clase de los propietarios varones atenienses, y la principal clase dominada y explotada era la de los esclavos. Sin embargo, en un artículo de Tafalla y Miras, titulado "El comunismo, consciencia crítica del movimiento democrático" (http://www.kaosenlared.net/noticia/comunismo-consciencia-critica-movimiento-democratico), sus autores afirman (con Arthur Rosenberg): "La democracia es el nombre de un movimiento organizado de masas mediante el que la plebe o clases subalternas, socialmente mayoritarias, pugna por constituirse en poder político (Rosenberg). "Democracia" es el nombre maldito y de los malditos, desde los orígenes de la tradición mediterránea, y así consta en los clásicos, Platón o Aristóteles. La democracia, el poder de los pobres, reaparece en la contemporaneidad, como hemos escrito, durante la Revolución francesa". Frente a esta concepción idílica de la democracia ateniense debemos decir lo siguiente: Los ciudadanos atenienses eran, en el siglo V, unos 40.000, de una población total de 250.000 (es decir, representaban apenas el 20% de la población). El número de esclavos, según estas cifras, debía rondar los 130.000 (ver D. Musti, Demokratía. Orígenes de una idea, Alianza, p. 162). La concepción aristotélica de la democracia como el "poder de los pobres" puede sostenerse sólo si se entiende, como lo hacía Aristóteles, que los "pobres" no eran los esclavos, sino la fracción mayoritaria de los ciudadanos que tenían menos de 7 hectáreas (los llamados "tetes") y que se veían obligados a trabajar como jornaleros. Pero los verdaderos pobres eran los esclavos, que por no tener no tenían ni siquiera el derecho de propiedad (siendo ellos mismos una propiedad, un "instrumento animado", como los define Aristóteles en su Política) y que constituían la inmensa mayoría de la sociedad ateniense. Habría que preguntarles a los esclavos (por ejemplo a los que trabajaban y morían encadenados en las minas de Laurión) si la democracia ateniense era "el nombre de un movimiento organizado de masas mediante el que la plebe o las clases subalternas, socialmente mayoritarias, pugna por constituirse en poder político". Por otro lado, los líderes políticos más prominentes eran, como se sabe, en su gran mayoría miembros de las familias aristocráticas (ver R. K. Sinclair, Democracia y participación en Atenas, capítulo 3, "privilegios y oportunidades del ciudadano"). Contra la visión idílica de Miras y Tafalla, la democracia ateniense era un régimen de dominación de la clase de los propietarios (ricos y pobres) sobre la clase de los esclavos. El carácter específico de la democracia ateniense consistía en que la dominación era ejercida, democráticamente, por el conjunto de la clase dominante, y no sólo por una fracción (como en la oligarquía o la aristocracia). Esta visión idealista de la democracia ateniense se debe a una interpretación formal de la democracia, que pasa por alto su contenido de clase.

Por otro lado, Tafalla y Miras pretenden fundamentar el comunismo de Marx y Engels en la tradición democratista jacobina. Para ello se basan sobre todo en escritos de Robespierre y Saint-Joust (véase el artículo de Joan Tafalla, "De la importancia del qué hacer y del cómo hacer": http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74752). A quien haya leído la Constitución de los atenienses de Aristóteles no le sorprenderán los procedimientos democráticos defendidos por los jacobinos: la revocabilidad, la rotación, la temporalidad, la rendición de cuentas, etc., de los cargos públicos (como tampoco le parecerán novedosos dichos procedimientos al encontrarlos en la Comuna de París o en los soviets rusos). Lo novedoso no parece ser, en principio, este aspecto formal del democratismo de los jacobinos, sino su contenido. La democracia propuesta por los jacobinos no es una democracia de clase, sino una democracia "popular", valga la redundancia, o interclasista (por otro lado, lo novedoso de los soviets rusos no son sus procedimientos democráticos, sino su contenido de clase, el hecho de que se tratara de una democracia obrera). Pero junto con este nuevo contenido, hay un aspecto formal que diferencia el democratismo moderno, jacobino, de la democracia antigua: se trata del "legalismo". Veámoslo en el padre ideológico de los jacobinos: Rousseau. Contra el "sistema representativo", Rousseau aboga por la democracia directa, pero, en consecuencia con su teoría de la voluntad general, restringe la democracia al poder legislativo. Baste con una cita para ilustrar la posición de Rousseau: "No es bueno que quien hace las leyes las ejecute, ni que el cuerpo del pueblo desvíe su atención de las miras generales para volver a los objetos particulares" (Del Contrato social, libro III, cap. IV). Rousseau se convierte así en uno de los padres del moderno "Estado democrático de derecho" (esa consigna que tanto les gusta repetir a nuestros políticos burgueses, y no sólo a ellos), en su versión más democrática, claro está. Pero la crítica de Rousseau no es nueva, sino casi tan antigua como la propia democracia ateniense. Ya Aristóteles achacaba a la democracia su carácter tiránico, en el sentido de alegal, quejándose de que el pueblo ateniense "todo lo gobierna mediante votaciones de decretos y por medio de los tribunales" (Constitución de los atenienses). Rousseau repite la misma queja, y Kautsky volverá a hacerlo al criticar la expulsión de los soviets en 1918, por parte del Comité Ejecutivo Central, de los representantes del partido eserista de derecha y de los mencheviques (ver Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky). Para Aristóteles, el régimen ideal era un régimen mixto, como el de la llamada "democracia areopagita", previa a las reformas de Efialtes. Igualmente, para los ilustrados como Rousseau, el régimen ideal era el régimen mixto de la República romana.

Dicho esto, quienes, como Joan Tafalla y Joaquín Miras, abogan por la "democracia", sin más, como el régimen político propio del socialismo (o apropiado para el socialismo) no tienen en cuenta, para empezar, el carácter de clase de todo régimen político o forma de Estado. Recordemos la pregunta de Lenin: "¿democracia para qué clase?" (La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Progreso, Obras Escogidas en 3 tomos, tomo 2, p. 80). Ni Marx, ni Engels, ni Lenin abogaban por la "democracia", sin más, por una supuesta democracia interclasista o "popular", como régimen político propio del Estado socialista. Como sabemos, la forma de Estado que consideraban necesaria para el período de transición al comunismo, el socialismo, era la "dictadura del proletariado". A partir de diferentes textos de Marx y Engels puede decirse que la dictadura del proletariado es una democracia obrera (esto es algo que queda claro con la sola lectura de La guerra civil en Francia). Entonces, ¿por qué habla Marx de "dictadura del proletariado"? Porque el régimen de que se trata no es un régimen sometido a la legalidad y porque es un régimen transitorio. Lenin vio esto con bastante claridad en La revolución proletaria y el renegado Kautsky: "Kautsky ha tropezado aquí por casualidad con una idea atinada (que la dictadura es un poder no coartado por ley alguna)" (La revolución proletaria y el renegado Kautsky, p. 69). Esta conclusión es muy importante. Para empezar, con ella el marxismo se aparta de la concepción legalista de la democracia por parte de la izquierda burguesa, de raíz jacobina.

Vayamos ya, para concluir, al fondo del asunto. Quienes abogan por la democracia, sin más, como el régimen político propio del socialismo ("del siglo XXI", añaden algunos), que podría conducir a la superación del capitalismo, cometen un error muy evidente. Puesto que la burguesía necesariamente deberá resistirse por la fuerza a un movimiento que tienda a superar el capitalismo (es decir, al socialismo), en última instancia la burguesía sólo podrá ser derrotada por la fuerza organizada de la clase obrera, es decir: por un Estado obrero. Este Estado obrero será, como cualquier Estado, un aparato de dominación de una clase, la clase obrera, sobre otra, la burguesía. Pero, a diferencia de otros Estados anteriores, basados en la explotación de una clase sobre otra, el fin del Estado obrero no será la dominación de una clase sobre otra para su explotación, sino la construcción del socialismo y la resistencia frente a los intentos de la burguesía por retomar el poder. El régimen político del Estado obrero socialista será la democracia obrera, único régimen adecuado para asegurar que el poder sea ejercido por el conjunto de la clase obrera y evitar el peligro de una restauración burguesa (este es el fin que se persigue mediante las instituciones y procedimientos democráticos, ya mencionados, presentes tanto en la Comuna y en los soviets como ya en la democracia ateniense). Pero deberá tratarse de una democracia obrera, no de una democracia interclasista o "popular". Ante todo porque sólo la clase obrera puede conducir, a través de su Estado, al comunismo, puesto que es la clase mayoritaria en la sociedad capitalista y, junto con ello, porque es la única que no perdería nada, sino que ganaría, con la socialización de los medios de producción. Para empezar, los medios de producción deberán pasar a manos del Estado, siendo controlados democráticamente por la clase obrera y, por lo tanto, la propiedad privada de los medios de producción desaparecerá, con lo que no sólo la gran burguesía, sino la pequeña burguesía y los campesinos propietarios perderán la propiedad y el control de los medios de producción. Desde el momento en que sea decretada la socialización de los medios de producción, la condición para la ciudadanía con plenos derechos políticos será la cesión de dichos medios de producción al Estado, y cualquiera que se resista a ello deberá ser obligado y llevado a los tribunales obreros. Por tanto, en el Estado obrero democrático sólo tendrán plenos derechos civiles quienes accedan a formar parte de la clase obrera. Por ello, la democracia obrera no será una democracia "popular" o interclasista, puesto que sólo se reconocerán derechos civiles a los miembros de una sola clase, la clase obrera. Aclaremos, por último, que la alianza entre obreros y "campesinos trabajadores y explotados" establecida en la Revolución rusa no contradice esta concepción de la dictadura del proletariado. Dicha alianza fue impuesta por la existencia de una extensísima masa campesina en un país caracterizado por el escaso desarrollo del capitalismo. Como sabemos, fue este subdesarrollo, junto con la ausencia o el fracaso de revoluciones proletarias en los países capitalistas más desarrollados, el responsable último de la temprana deriva de la URSS hacia el capitalismo de Estado.

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La crisis acentuará la proletarización a escala mundial

sábado, 6 de diciembre de 2008


L'Accent

Entrevista al sociólogo Andrés Piqueras

“De la actual crisis saldrá un nuevo capitalismo, posiblemente peor que el modelo vigente. Se acentuará el proceso de proletarización y desposesión a escala global”, afirma Andrés Piqueras, sociólogo y profesor de la Universitat Jaume I de Castellón. “La clave está en la capacidad que tenga la izquierda para defender proyectos alternativos”.

Piqueras acaba de publicar “Desarrollo y cooperación: un análisis crítico”, manual que el autor define como una “búsqueda de alternativas democráticas y emancipadoras a lo que ha sido la cooperación y el desarrollo durante las últimas seis décadas”.
También es autor, entre otras obras, de “Inmigración y sociedad en el País Valenciano: el caso de Castellón”, “Movimientos sociales y capitalismo: historia de una mutua influencia” y “Conciencia, sujetos colectivos y praxis transformadoras en el mundo actual”.

Cómo caracterizarías la actual crisis económica y financiera?

Piqueras: Las vertientes económica y financiera son sólo la superficie del problema. Lo que hay en el fondo es una crisis estructural de una envergadura mucho mayor que cualquier otra en la historia del capitalismo. Se añade ahora el impacto de la crisis ecológica. Nos estamos jugando un cambio de modelo civilizatorio. Como mínimo, un cambio en el modelo de acumulación del sistema capitalista, que implica una reestructuación del poder entre las clases dominantes. Algunos sectores se desplazarán de ese poder y se recompondrán las relaciones entre clases dominantes y dominadas. El capital como sujeto histórico buscará cerrar los espacios democráticos y mostrará su cara más perversa y dictatorial. La clave está en la posibilidad de defender proyectos alternativos desde la izquierda.

Cómo piensas que afecta esta crisis a las economías del sur?

Piqueras: La estructura económica de las sociedades periféricas es dependiente de las economías centrales del sistema. Son economías exportadoras, especializadas en el sector primario, y muy vulnerables a los “vaivenes” de la demanda. Con la actual recesión mundial se ha reducido la demanda de productos básicos y eso ha producido el descenso de unos precios que previamente habían estado inflados por procesos especulativos. El acero de Brasil o el petróleo venezolano serían buenos ejemplos. Relacionado con esto, al no tener un sistema bancario propio, las divisas recibidas por los países dependientes en la época de “vacas gordas”, principalmente en el sector agrícola, petrolero y extractivo, pasaron a los sistemas bancarios de los países centrales, sobre todo Wall Street, Suiza y Londres. Algunas empresas que recibieron estos capitales ahora han quebrado.

Significa esto que los países dependientes pagarán la factura de la crisis?

Piqueras: Decirlo así es simplificar mucho. Pero lo cierto es que nos encontramos ante una crisis de sobreacumulación, y también de sobreproducción, del sistema capitalista. El capital de carácter productivo invertido en las sociedades centrales ya no es rentable y, por tanto, ha buscado salidas en las sociedades periféricas. Esto ha dado lugar a cambios en la división del trabajo a nivel mundial y también a una creciente proletarización. En las sociedades dependientes hay que ver la proletarización no únicamente como un aumento de la población asalariada, sino también como la desposesión de los medios tradicionales de vida de las poblaciones locales. En Europa también se están deteriorando de una manera muy grave las condiciones laborales.

Hay ejemplos de sociedades dependientes que se rebelen ante esta tendencia general?

Piqueras: Tenemos el ejemplo de Venezuela, que utiliza las divisas a las que me refería para construir un modelo económico propio, sin dependencias. También está el caso de Ecuador, aunque con menos recursos. Otra idea muy interesante es el ALBA en América Latina, la constitución del Banco del Sur o de grandes bloques regionales, como el MERCOSUR. El hecho importante es que el Sur trata de hacer oír su voz ante el fracaso estrepitoso de la “globalización feliz”. Otro caso sería el de China, que ha podido romper mínimamente con la dependencia, controlar su excedente e invertir en su sistema bancario. A pesar de esto, el 70% de la economía china depende de exportaciones.

-Ante esta coyuntura, por qué se ha renunciado en academias y universidades a la categoría de “imperialismo”?

Piqueras: Porque ha sido sustituida por la idea de “globalización”, que no deja de ser un eufemismo. “Imperialismo” en sentido clásico es una idea muy vigente y que hay que mantener, aunque enriquecida con los rasgos del capitalismo actual. En la fase presente de “globocolonización”, el capitalismo necesita, cada vez más, la presencia militar directa, como en los tiempos más oscuros de la colonización. Por esta razón, se sirve del despliegue militar de Estados Unidos. Por otra parte le hace falta potenciar instituciones globales (Banco Mundial, FMI, ONU, G-8, UE, OMC, entre otras) que garanticen junto a los estados las condiciones generales de reproducción del capital.

Precisamente has escrito un artículo con el título de “Globalización como un nuevo imperialismo”?


Piqueras: La mayor parte de las decisiones por las cuales se gobierna el sistema en su fase actual escapan al conocimiento de las poblaciones, al promoverse desde instituciones supramunicipales o grandes grupos del poder económico privado. El capital entra en una fase de madurez para el uso y control de la esfera planetaria. Además, es necesario subrayar su gran éxito en la imposición de una ideología mundial que lo hace ver como un sistema neutral, al que sólo queda adaptarse. Todo hace ver como que la historia ha llegado a su fin.

A pesar de las renuncias de la izquierda, parece que la realidad da la razón a Marx.

Piqueras: Yo soy marxista. Pienso que el marxismo es un método de análisis de la realidad que sólo dejará de estar vigente cuando se le supere. Y eso todavía no ha sucedido. Es más que una ciencia. Es una síntesis teórico-práctica de los esfuerzos de la humanidad por emanciparse. El marxismo potencia y acompaña estos esfuerzos. En todo caso, hay que decir que los que más han aprendido del marxismo son los mismos capitalistas.

-Qué opinas de los efectos en las relaciones Norte-Sur de medidas como la “tasa Tobbin” o la regulación del comercio internacional? Pueden variar alguna cosa?

Piqueras: Pienso que estas medidas hay que verlas como pasos intermedios para un objetivo de transformación mayor. No pueden ser en ningún caso el fin último. Creo que debemos construir la izquierda como sujeto colectivo, que interprete el mundo de la manera más válida posible para el bienestar de las grandes mayorías. Y con el objetivo de tumbar un sistema que genera explotación y miseria. Veo, además, que hay muy poca izquierda y la que hay funciona, en muchos casos, con estructuras propias de épocas pasadas.

-Consideras que puede ser visible una salida a la crisis de tipo “keynesiano”, con una importante intervención del estado?

Piqueras: La fase keynesiana del capitalismo ha pasado. Ahora nos hallamos ante una nueva etapa, que es preciso estudiar para poder ofrecer una respuesta. En cualquier caso, el estado nunca ha dejado de intervenir en la economía. Lo ha hecho siempre quitando recursos a la población y dándoselos a los poderosos.

-Por último, estás de acuerdo con Wallerstein cuando afirma que el actual sistema capitalista no sobrevivirá, pero puede que sea sustituido por algo mucho peor?


Piqueras: Pienso que nos encontraremos ante otro capitalismo. A corto plazo no creo que desaparezca el sistema capitalista. Pienso más bien que sobrevendrá un capitalismo diferente, aunque lo más probable es que sea peor que el actual.

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Salvemos al planeta del capitalismo

miércoles, 3 de diciembre de 2008



Evo Morales Ayma
Rebelión

Documento de propuestas para la Cumbre de Cambio Climático de la ONU (Copenhague)

Hoy, nuestra Madre Tierra está enferma. Desde el principio del siglo XXI hemos vivido los años más calientes de los últimos mil años. El calentamiento global está provocando cambios bruscos en el clima: el retroceso de los glaciares y la disminución de los casquetes polares; el aumento del nivel del mar y la inundación de territorios costeros en cuyas cercanías vive el 60% de la población mundial; el incremento de los procesos de desertificación y la disminución de fuentes de agua dulce; una mayor frecuencia de desastres naturales que sufren las comunidades del planeta [1] ; la extinción de especies animales y vegetales; y la propagación de enfermedades en zonas que antes estaban libres de las mismas.
Una de las consecuencias más trágicas del cambio climático es que algunas naciones y territorios están condenadas a desaparecer por la elevación del nivel del mar.

Todo empezó con la revolución industrial de 1750 que dio inicio al sistema capitalista. En dos siglos y medio, los países llamados “desarrollados” han consumido gran parte de los combustibles fósiles creados en cinco millones de siglos.

La competencia y la sed de ganancia sin límites del sistema capitalista están destrozando el planeta. Para el capitalismo no somos seres humanos sino consumidores. Para el capitalismo no existe la madre tierra sino las materias primas. El capitalismo es la fuente de las asimetrías y desequilibrios en el mundo. Genera lujo, ostentación y derroche para unos pocos mientras millones mueren de hambre en el mundo. En manos del capitalismo todo se convierte en mercancía: el agua, la tierra, el genoma humano, las culturas ancestrales, la justicia, la ética, la muerte… la vida misma. Todo, absolutamente todo, se vende y se compra en el capitalismo. Y hasta el propio “cambio climático” se ha convertido en un negocio.

El “cambio climático” ha colocado a toda la humanidad frente a una gran disyuntiva: continuar por el camino del capitalismo y la muerte, o emprender el camino de la armonía con la naturaleza y el respeto a la vida.

En el Protocolo de Kyoto de 1997, los países desarrollados y de economías en transición se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero por lo menos en un 5% por debajo de los niveles de 1990, con la implementación de diferentes instrumentos entre los cuales predominan los mecanismos de mercado.

Hasta el 2006 los gases de efecto invernadero, lejos de reducirse, se han incrementado en un 9.1% en relación a los niveles de 1990, evidenciándose también de esta manera el incumplimiento de los compromisos de los países desarrollados.

Los mecanismos de mercado aplicados en los países en desarrollo [2] no han logrado una disminución significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Así como el mercado es incapaz de regular el sistema financiero y productivo del mundo, el mercado tampoco es capaz de regular las emisiones de gases de efecto invernadero y sólo generará un gran negocio para los agentes financieros y las grandes corporaciones.

El planeta es mucho más importante que las bolsas de Wall Street y del mundo

Mientras Estados Unidos y la Unión Europea destinan 4.100 billones de dólares para salvar a los banqueros de una crisis financiera que ellos mismos provocaron, a los programas vinculados al cambio climatico les destinan 313 veces menos, es decir, sólo 13 billones de dólares.

Los recursos para el cambio climático estan mal distribuidos. Se destinan más recursos para reducir las emisiones (mitigación) y menos para contrarestar los efectos del cambio climático que sufrimos todos los países (adaptación) [3] . La gran mayoría de los recursos fluyen a los paises que más han contaminado y no a los países que más hemos preservado el medio ambiente. El 80% de los proyectos del Mecanismo de Desarrollo Limpio se han concentrado en sólo cuatro países emergentes.

La lógica capitalista promueve la paradoja de que los sectores que más contribuyeron a deteriorar el medio ambiente son los que más se benefician de los programas vinculados al cambio climático.

Asimismo, la transferencia de tecnología y financiamiento para un desarrollo limpio y sostenible de los países del sur se ha quedado en los discursos.

La próxima cumbre sobre el Cambio Climático en Copenhagen debe permitirnos dar un salto si queremos salvar a la madre tierra y a la humanidad. Para ello planteamos las siguientes propuestas para el proceso que va de Poznan a Copenhagen:

Atacar las causas estructurales del cambio climático

1) Discutir sobre las causas estructurales del cambio climático. Mientras no cambiemos el sistema capitalista por un sistema basado en la complementariedad, la solidaridad y la armonía entre los pueblos y la naturaleza, las medidas que adoptemos serán paliativos que tendrán un carácter limitado y precario. Para nosotros, lo que ha fracasado es el modelo del “vivir mejor”, del desarrollo ilimitado, de la industrialización sin fronteras, de la modernidad que desprecia la historia, de la acumulación creciente a costa del otro y de la naturaleza. Por eso propugnamos el Vivir Bien, en armonía con los otros seres humanos y con nuestra Madre Tierra.

2) Los países desarrollados necesitan controlar sus patrones consumistas —de lujo y derroche—, especialmente el consumo excesivo de combustibles fósiles. Los subsidios a los combustibles fósiles, que ascienden a 150-250 billones de dólares, [4] deben ser progresivamente eliminados. Es fundamental desarrollar energías alternativas como la energía solar, la geotérmica, la energía eólica y la hidroeléctrica en pequeña y mediana escala.

3) Los agrocombustibles no son una alternativa porque anteponen la producción de alimentos para el transporte frente a la producción de alimentos para los seres humanos. Los agrocumbustibles amplían la frontera agrícola destruyendo los bosques y la biodiversidad, generan monocultivos, promueven la concentración de la tierra, deterioran los suelos, agotan las fuentes de agua, contribuyen al alza del precio de los alimentos y, en muchos casos, consumen más energía de la que generan.

Compromisos sustanciales de reducción de emisiones que se cumplan

4) Cumplir estrictamente hasta el 2012 el compromiso [5] de los países desarrollados de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero por lo menos en un 5% por debajo de los niveles de 1990. No es aceptable que los países que contaminaron históricamente el planeta hablen de reducciones mayores para el futuro incumpliendo sus compromisos presentes.

5) Establecer nuevos compromisos mínimos para los países desarrollados del 40% para el 2020 y del 90% para el 2050 de reducción de gases de efecto invernadero tomando como punto de partida las emisiones de 1990. Estos compromisos mínimos de reducción deben hacerse de manera interna en los países desarrollados y no a través de mecanismos flexibles de mercado que permiten la compra de Certificados de Reducción de Emisiones para seguir contaminando en su propio país. Asimismo, se deben establecer mecanismos de monitoreo, información y verificación transparentes, accesibles al público, para garantizar el cumplimiento de dichos compromisos.

6) Los paises en desarrollo que no son responsables de la contaminación histórica deben preservar el espacio necesario para implementar un desarrollo alternativo y sostenible que no repita los errores del proceso de industrialización salvaje que nos ha llevado a la actual situación. Para asegurar este proceso, los países en desarrollo necesitan, como prerrequisito, el financiamiento y transferencia de tecnología.

Un Mecanismo Financiero Integral para atender la deuda ecológica

7) En reconocimiento a la deuda ecológica histórica que tienen con el planeta, los países desarrollados deben crear un Mecanismo Financiero Integral para apoyar a los países en desarrollo en la implementación de sus planes y programas de adaptación y mitigación del cambio climático; en la innovación, desarrollo y transferencia de tecnología; en la conservación y mejoramiento de sus sumideros y depósitos; en las acciones de respuesta a los graves desastres naturales provocados por el cambio climático; y en la ejecución de planes de desarrollo sostenibles y amigables con la naturaleza.

8) Este Mecanismo Financiero Integral, para ser efectivo, debe contar por lo menos con un aporte del 1% del PIB de los países desarrollados [6] y contar con otros ingresos provenientes de impuestos a los hidrocarburos, a las transacciones financieras, al transporte marítimo y aéreo, y a las utilidades de las empresas transnacionales.

9) El financiamiento que aporten los países desarrollados debe ser adicional a la Ayuda Oficial al Desarrollo (ODA), a la ayuda bilateral y/o canalizada a través de organismos que no sean los de Naciones Unidas. Cualquier financiamiento fuera de la CMNUCC no podrá ser considerado como la aplicación de los compromisos de los países desarrollados bajo la Convención.

10) El financiamiento tiene que ir a los planes o programa nacionales de los Estados y no a proyectos que están bajo la lógica del mercado.

11) El financiamiento no debe concentrarse sólo en algunos países desarrollados sino que tiene que priorizar a los países que menos han contribuido a las emisiones de gases de efecto invernadero, aquellos que preservan la naturaleza y/o que más sufren los impactos del cambio climático.

12) El Mecanismo de Financiamiento Integral debe estar bajo la cobertura de las Naciones Unidas y no del Fondo Global del Medio Ambiente (GEF) y sus intermediarios como el Banco Mundial o los Bancos Regionales; su administración debe ser colectiva, transparente y no burocrática. Sus decisiones deben ser tomadas por todos los países miembros, en especial los países en desarrollo, y no sólo por los donantes o las burocracias administradoras.

Transferencia de tecnología a los países en desarrollo


13) Las innovaciones y tecnologías relacionadas con el cambio climático deben ser de dominio público y no estar bajo un régimen privado de monopolio de patentes que obstaculiza y encarece su transferencia a los países en desarrollo.

14) Los productos que son fruto del financiamiento público para innovación y desarrollo de tecnologías deben ser colocados bajo el dominio público y no bajo un régimen privado de patentes [7] de forma tal que sean de libre acceso para los países en desarrollo.

15) Incentivar y mejorar el sistema de licencias voluntarias y obligatorias para que todos los países puedan acceder a los productos ya patentados en forma rápida y libres de costo. Los países desarrollados no pueden tratar las patentes o derechos de propiedad intelectual como si fueran algo “sagrado” que tiene que ser mantenido a cualquier costo. El régimen de flexibilidad que existe para los derechos de propiedad intelectual, cuando se trata de graves problemas a la salud pública, debe ser adaptado y ampliado sustancialmente para curar a la Madre Tierra.

16) Recoger y promover las prácticas de armonía con la naturaleza de los pueblos indígenas que a lo largo de los siglos se han demostrado sostenibles.

Adaptación y mitigación con la participación de todo el pueblo

17) Impulsar acciones, programas y planes de mitigación y adaptación con la participación de las comunidades locales y pueblos indígenas en el marco del pleno respeto e implementación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. El mejor instrumento para enfrentar el reto del cambio climático no son los mecanismos de mercado, sino los seres humanos organizados, conscientes, movilizados y dotados de identidad.

18) La reducción de las emisiones de la deforestación y degradación de bosques REDD, debe estar basada en un mecanismo de compensación directa de países desarrollados a países en desarrollo, a través de una implementación soberana que asegure una participación amplia de comunidades locales y pueblos indígenas, y un mecanismo de monitoreo, reporte y verificación transparentes y públicos.

Una ONU del Medio Ambiente y el Cambio Climático

19) Necesitamos una Organización Mundial del Medio Ambiente y el Cambio Climático a la cuál se subordinen las organizaciones comerciales y financieras multilaterales para que promueva un modelo distinto de desarrollo amigable con la naturaleza y que resuelva los graves problemas de la pobreza. Esta organización tiene que contar con mecanismos efectivos de seguimiento, verificación y sanción para hacer cumplir los presentes y futuros acuerdos.

20) Es fundamental transformar estructuralmente la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el sistema económico internacional en su conjunto, a fin de garantizar un comercio justo y complementario, un financiamiento sin condicionamientos para un desarrollo sostenible que no derroche los recursos naturales y los combustibles fósiles en los procesos de producción, comercio y transporte de productos.

En este proceso de negociaciones hacia Copenhagen es fundamental garantizar instancias activas de participación a nivel nacional, regional y mundial de todos nuestros pueblos, en particular de los sectores más afectados como los pueblos indígenas que siempre impulsaron la defensa de la Madre Tierra.

La humanidad es capaz de salvar al planeta si recupera los principios de la solidaridad, la complementariedad y la armonía con la naturaleza, en contraposición al imperio de la competencia, la ganancia y el consumismo de los recursos naturales.



[1] Debido al fenomeno de la “Niña”, que se produce con mayor frecuencia por efecto del cambio climatico, Bolivia ha perdido en el 2007, el 4 % de su PIB.

[2] Conocido como Mecanismo de Desarrollo Limpio.

[3] Actualmente sólo hay un Fondo de Adaptación de cerca a 500 millones de dólares para más de 150 paises en vías de desarrollo. Según el Secretariado de la UNFCCC se requieren 171 billones de dólares para adaptación y 380 billones de dólares para mitigación.

[4] Informe de Stern

[5] Protocolo de Kioto, Art. 3.

[6] El porcentaje del 1 % del PIB ha sido sugerido por el Informe Stern y representa menos de 700 billones de dólares al año.

[7] Según la UNCTAD (1998) en algunas paises desarrollados el financiamiento público contribuye con el 40 % de los recursos para la innovación y desarrollo de tecnología.


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Algunas razones para luchar por el Socialismo

martes, 2 de diciembre de 2008



Por Luis R Delgado J

En un mundo amenazado cada vez más por desastres humanitarios y naturales, donde el principal responsable es la globalización del modelo de explotación capitalista, la cual se ha exacerbado en los últimos años bajo el influjo de la implosión de los distintos experimentos de construcción socialista en Europa Oriental y la URSS, se plantea la necesidad de construcción de una alternativa real al capitalismo como sistema metabólico social predominante. La pertinencia del Socialismo en el siglo XXI parte de los agudos problemas que ha conllevado la última fase del Capitalismo y de la autocrítica superadora de los errores del Socialismo del Siglo XX.
Haciendo una caracterización necesaria, la sociedad mundial actual se inscribe en las relaciones sociales capitalistas de explotación, dominación y subordinación. Lo que se conoce como globalización es la internacionalización sin precedentes del Capital, no hay país del mundo que se encuentre hoy aislado de esta realidad, que beneficia a unas pocas naciones súper-industrializadas y condena a otras a la dependencia, el atraso y la miseria. Esto expresa el desarrollo desigual producto entre otras cosas de la división internacional del trabajo, del Imperialismo donde cada ves la mayor riqueza de unas naciones se traduce en el incremento de la pobreza de otras.

Hoy las contradicciones sociales fundamentales son la amenaza de la supervivencia de la vida en el planeta producto de la naturaleza eco-depredadora del capitalismo, y por otro lado la misma descrita hace 160 años por Marx y Engels, la contradicción Capital-Trabajo, que se traduce en la socialización creciente de la producción de la riqueza frente a la apropiación privada de la misma. Esto se manifiesta de la siguiente manera; mientras la distribución de la población indica que en el mal llamado Tercer Mundo o naciones dependientes vive el 80 % de la población mundial y en las naciones altamente industrializadas vive el 14 % de la población humana, en la escala de distribución de la producción de riqueza esta relación se invierte, mientras a los países periféricos le corresponde el 20 % a las naciones imperialistas les corresponde el 78 % de la distribución de la producción de la riqueza.

Otras estadísticas nos revelan la ignominiosa situación que vive nuestro mundo producto de las desigualdades y las asimetrías: Hoy en día (Millet, Toussaint, 2005):
- El ingreso anual del 1% más rico de la población mundial equivale al del 57% más pobre del planeta; Se calcula que 1.200 millones sobreviven con menos de 1 dólar por día; Las 238 personas más ricas del mundo concentran una riqueza similar a los ingresos de las 2.300 millones de personas más pobres del planeta;
- Unas 840 millones de personas sobreviven en la hambruna; Cada 3 segundos muere una persona de hambre.
- Diariamente mueren en el mundo 30 mil niños por enfermedades curables;
- En el Tercer Mundo 1 de cada cuatro niños no recibe las vacunas básicas, es por eso que 1 de cada 6 niños muere antes de los 5 años de edad;
- 2 mil millones no tienen acceso a la electricidad;
- 40% de la población mundial no posee condiciones sanitarias básicas;
- 1100 millones de personas no tienen fuentes seguras de agua potable;
- Finalmente existen tragedias sociales tales como la existencia de 854 millones de analfabetas, de los cuales 554 millones son mujeres, además que el 60% de los menores no escolarizados son niñas, lo que demuestra que la realidad de las mujeres sigue siendo más desfavorable que la de los hombres.

Esta realidad es lamentable si consideramos que el comandante Fidel Castro ha expresado que con solo 10 mil millones de dólares sería suficiente para reducir a prácticamente 0 el analfabetismo a nivel mundial, considerando esta cifra comparémosla con el grosero presupuesto militar anual de los EEUU de 450 mil millones de dólares.

Estas son sólo algunas de las perniciosas consecuencias que ha traído el desarrollo del capitalismo imperialista, fundamentalmente con la aplicación de las criminales políticas neoliberales que han arrollado a pueblos enteros en las últimas décadas, produciendo deudas externas infinitas, aparatos productivos totalmente destruidos, deterioro y disminución creciente del gasto social (salud, educación, vivienda, etc.), desastres ambientales, precariedad laboral y desempleo crónico, entre otros efectos negativos.

En este sentido el capitalismo para asegurar su proceso constante de acumulación ampliada, debe elevar permanentemente sus índices de extracción de plusvalía, por dos vías, elevando los niveles de extracción de plusvalía absoluta y por medio de la explotación de la plusvalía relativa. La primera consiste en intensificar gradualmente la productividad del trabajo, aumentando el tiempo de trabajo, para esto en los últimos años se han aplicado políticas de desregularización laboral, que implican un retroceso de la sindicalización y otras conquistas logradas por la clase obrera durante el siglo pasado. La segunda vía consiste en la aplicación de grandes avances tecnológicos para elevar exponencialmente la productividad del trabajo, sin embargo este hecho que debería ser liberador, por el contrario eleva los niveles de explotación de la clase obrera, porque lo que antes producía en un tiempo determinado ahora lo produce en mucho menor tiempo, pero la jornada laboral sigue siendo la misma. Eso sin contar que hoy el Capitalismo que actúa de forma más agresiva es el especulativo lo cual ha desplazado cada vez más la producción por la estafa especulativa y el parasitismo.

Por otro lado, el capitalismo en su última y actual etapa imperialista ha perfeccionado, como nunca antes lo hizo ningún otro sistema de explotación y dominación, su capacidad de enajenación cultural e ideológica utilizando las más eficaces herramientas tecnológicas de la comunicación, ha logrado una suerte de vaciado de la subjetividad de los dominados, lo cual es un gran desafío para todos los revolucionarios quienes pretenden transformar radicalmente el mundo sacándole de la barbarie que implica el capitalismo, e iniciar la verdadera historia de la humanidad liberada a si misma y plenamente desarrollada.

Entre los elementos fundamentales que caracterizan la ideologización capitalista se encuentran la naturalización de las relaciones sociales e históricas de explotación, es decir, presentar la lucha de clases, la presencia de ricos y pobres, la opresión a la mujer, al joven, al negro o la extracción de plusvalía (trabajo cristalizado no retribuido) como elementos naturales eternos siempre existentes y presentes a lo largo de la historia de la humanidad, elementos inherentes a nuestra especie. Lo anterior es evidente tan solo prestando un poco de atención a los diversos contenidos, incluso los aparentemente “inocentes”, de las industrias culturales (televisión, cine, radio, editoriales, etc.).

De esta forma, el capitalismo en las últimas décadas ha demostrado su terrible capacidad destructiva de las dos principales fuentes de riquezas; la naturaleza y la humanidad.

Por un lado se encuentra en peligro la supervivencia de los diversos ecosistemas y la vida del planeta producto de la lógica eco-depredadora del Capital.

Y por otro lado la humanidad está sometida a la más cruel explotación producto de la contradicción Capital-Trabajo; a la opresión sistemática de los Estados gendarmes y policías del Capital; a la opresión patriarcal que condena a las mujeres a una terrible explotación, opresión y subordinación frente al hombre dominante; a la opresión adulto-céntrica que condena a los jóvenes a un segundo plano frente a la sociedad adulta; al etnocentrismo occidental que arrolla a las culturas originarias y milenarias de los cinco continentes, por medio de la exportación del Pensamiento Único (Ramonet 2003); y en fin a la ignominiosa exclusión que invisibiliza a millones de personas, las cuales expulsa de los derechos humanos básicos como son los servicios sociales fundamentales, tales como la educación , la salud, la alimentación, la vivienda entre otros.

Toda esta realidad dantesca nos coloca en el dilema planteado por Marx y popularizado por Rosa Luxemburgo de “Socialismo o Barbarie”.

El Socialismo es imprescindible para liberar a la humanidad de las consecuencias nefastas del Capitalismo, no se trata de caprichos o deseos de trasnocho, es una necesidad histórica, millones de personas, culturas y ecosistemas tienen su existencia amenazada de no transformarse de forma radical y oportuna la situación presente.

Frente al capitalismo que ha mostrado su característica per se bárbara y mortal debemos oponer la construcción del Socialismo en estos nuevos tiempos, El Socialismo para este siglo XXI.

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El debate de la izquierda en América Latina

lunes, 1 de diciembre de 2008



Schafik Jorge Handal

América Latina y el Caribe son hoy el escenario de un intenso y frecuentemente acalorado debate sobre las estrategias que la izquierda debe adoptar para alcanzar el poder. En otro momento, en la época de las dictaduras militares latinoamericanas y caribeñas, que abarcó casi todo el siglo XX, el debate principal en el seno de la izquierda revolucionaria fue alrededor de: vía armada o vía pacífica electoral.
El gobierno de Estados Unidos simplemente no estaba dispuesto a aceptar el ascenso de la izquierda a los gobiernos por vía electoral. El Chile democrático, con ejército "profesional y obediente de la autoridad civil", fue enterrado por el golpe militar encabezado por Pinochet, el asesinato del Presidente Salvador Allende y la matanza generalizada que sobrevino al 11 de Septiembre de 1973. Después, los militares aplastaron la democracia uruguaya, la "Suiza de América"; los militares argentinos instauraron una de las más cruentas dictaduras sufridas en ese país. En Brasil, los militares volvieron aún más asfixiante el régimen que habían instaurado a inicios de la década de los sesentas.

El derrumbe del socialismo soviético, la entrada en el mundo unipolar y en el capitalismo neoliberal volvieron innecesarias para los Estados Unidos las dictaduras militares, ya desgastadas por las luchas políticas y armadas de nuestros pueblos y riesgosas para la estabilidad de la dominación imperial, como lo habían demostrado en su momento la Revolución Cubana y la Revolución Sandinista.

Washington hizo entonces un giro de su estrategia en América Latina y el Caribe, hacia la promoción de gobiernos civiles surgidos de elecciones "democráticas". No buscaba favorecer el ascenso revolucionario a los gobiernos, sino sustituir una forma de dominación que se había vuelto riesgosa por otra más segura, para el implantamiento del capitalismo neo-liberal, su globalización y su hegemonía militar.
Este giro inauguró arrebatándole el poder a la Revolución Sandinista por vía electoral y favoreciendo la solución política negociada del conflicto armado salvadoreño, después de la gran ofensiva militar del FMLN en noviembre y diciembre del año 1989. Chile, Uruguay, Brasil, Perú, Bolivia, Argentina, fueron también escenarios de la resistencia popular, incluso armada, contra las dictaduras militares que desembocaron en salidas electorales.

El debate en la izquierda sobre vía armada ó vía pacífica electoral entro en receso. ¿Volverá a surgir en el futuro? En verdad no puede descartarse.
Los procesos electorales se convirtieron en una prioridad para la izquierda en nuestro sub-continente, casi impuesta por la desaparición de la bipolaridad geopolítica, en cuyo marco triunfaron tantas revoluciones y muchas pudieron consolidarse. En América Latina la Revolución Cubana es el ejemplo primero y clásico. En el marco de la bipolaridad se liberaron también del colonialismo muchos pueblos en Asia y África.

El debate en la izquierda Latinoamérica y Caribeña se desplazó a la búsqueda de respuestas a interrogantes como las siguientes:

¿Podrían realmente los procesos electorales, en el marco de la uní polaridad, constituirse en una vía para el acceso a los gobiernos de las fuerzas revolucionarias?
Más aún... ¿Podrían las elecciones llegar a ser una vía para la conquista del poder y no solo de los gobiernos?
¿Las victorias electorales de la izquierda podrían excluir la posibilidad de ser revertidas por los tradicionales cuartelazos de jefes militares sumisos al imperio y a las oligarquías? Y muchas otras más por el estilo.

Surgieron las respuestas contradictorias o matizadas.

En Colombia, por ejemplo, continúo y creció la lucha armada, combinándose en ocasiones con alianzas y luchas electorales. En Perú surgió y se desenvolvió por varios años la lucha armada.

Por su parte, una pequeña minoría de la izquierda Latinoamericana y caribeña se mantuvo al margen de la participación electoral y continuó rechazándola como vía para el ascenso revolucionario al poder, sin practicar tampoco otras vías.
La parte mayoritaria se incorporó a los procesos electorales a partir de estrategias diferenciadas y divergentes:

Para algunos de estos últimos, las elecciones pueden ser vía de la izquierda hacia el poder si esta se "modera", se "moderniza", si es "realista" y se convierte en un proyecto "viable", tolerable para el imperio, para el gran capital oligárquico y para los militares reaccionarios y si además es capaz de entusiasmar a las mayorías ciudadanas para cosechar sus votos. A menudo, un componente de esta receta es el anticomunismo y la toma de distancia de la Revolución Cubana y ahora, aunque más tímidamente, respecto al proceso revolucionario ! bolivariano en Venezuela. Se plantean así mismo la no ruptura con el modelo del capitalismo neoliberal y su Fondo Monetario Internacional, o hablan de postergarla o gradualizarla.

En ciertos casos estas recetas incluyen la postulación al cargo presidencial de personajes "potables" cooptados de fuera de la izquierda. Un caso extremo de esta formula fue el del FREPASO argentino, que obtuvo una clara victoria electoral, pero instaló un gobierno, encabezado por Fernando de la Rua, que profundizó el modelo neo-liberal heredado de Menem, lanzó a la miseria a una vasta proporción de la sociedad y fue derrocado por las más grandes e intensas movilizaciones populares.

Esta parte de la izquierda suele también distanciarse de las luchas ! sociales de los sectores golpeados por el modelo neoliberal y que buscan salidas alternativas a las crisis que los abaten. Los argumentos que frecuentemente se escuchan, para justificar ese distanciamiento, es que la movilización social y popular perjudica las posibilidades electorales, pues se asusta a los votos moderados.

Mientras tanto, otra parte de la izquierda se ha planteado ascender a los gobiernos por vía electoral para cambiar el sistema del capitalismo neoliberal y consumar verdaderas revoluciones democráticas, ganando para ello el entusiasmo, la participación, la acción organizada y decidida de la mayoría del pueblo, concertando amplias, multiclasistas y multisectoriales, alianzas anti-neoliberales, nacional e internacionalmente, disputándole la influencia sobre los militares al imperio y la oligarquía financiero-mediática. Es una estrategia que se articula en torno a la realización de un programa claro y consistente de cambios estructurales, en lo económico, social y político.

Este es el caso de la Revolución Bolivariana liderada por Hugo Chávez Frías, que ha surgido y avanzado a través de reiterados procesos electorales y grandes enfrentamientos victoriosos con la contrarrevolución apoyada por las transnacionales y el gobierno de Estados Unidos.

Para esta parte de la izquierda los procesos electorales son una gran oportunidad para la comunicación de las propuestas revolucionarias a la gente y un gran escenario para la lucha de ideas contra el capitalismo neo-liberal y por una sociedad justa. Son, a la vez, un gran instrumento movilizador y organizador del pueblo, consolidador de las alianzas anti-neoliberales, fuente de acumulación de fuerzas y de construcción del poder popular, enrumbados hacia el cambio de la correlación y hacia la revolución.

Ese es el gran debate que está planteado hoy en el seno de la izquierda. El FMLN en El Salvador no es la excepción. Al igual que en otras experiencias latinoamericanas la derecha y sus medios no disimulan sus simpatías. En el fondo, como lo han señalado algunos de sus ideólogos más connotados, comparten el propósito de debilitar y hasta destruir el proyecto revolucionario, que ha probado ser una real amenaza para su modelo de dominación.

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La gran crisis de los años 30



Por: Fidel Castro Ruz

Es un tema difícil de explicar, aunque parezca muy sencillo. El sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos, como fruto del capitalismo en pleno desarrollo, se crea en el año 1913. Ya Salvador Allende, a quien todos recordamos como hombre de nuestra época, había cumplido alrededor de 5 años.
La primera guerra mundial estalló en 1914, cuando el príncipe heredero del imperio austro húngaro, en el corazón del centro y sur de Europa, fue asesinado en Sarajevo. Canadá era todavía colonia de Gran Bretaña. La libra esterlina inglesa ostentaba el privilegio de ser la moneda de pago internacional. Su base metálica era el oro, como lo había sido hacía más de mil años en la capital del imperio romano de Oriente, Constantinopla.

Los que iniciaron las luchas sangrientas contra los creyentes musulmanes en el Cercano Oriente, esgrimiendo pretextos religiosos, eran caballeros feudales de los reinos cristianos de Europa cuyo verdadero propósito era controlar las rutas comerciales y otros fines mundanos más groseros que en otra ocasión podrían abordarse.

Al final de la primera guerra mundial Estados Unidos participa en la misma, desde 1917, dos años después del hundimiento del buque Lusitania, cargado de pasajeros norteamericanos que partieron de Nueva York, por torpedos disparados desde un submarino alemán con absurdas instrucciones de atacar una nave que portaba las banderas de un país distante, rico y potencialmente poderoso, cuyo gobierno desde posiciones de supuesta neutralidad buscaba pretextos para participar en la contienda junto a Gran Bretaña, Francia y sus aliados. El ataque se produjo el 7 de mayo de 1915, al atravesar el estrecho de mar que media entre Irlanda e Inglaterra. En 20 minutos que tardó para zozobrar, muy pocos pasajeros pudieron abandonar la nave; 1 198 personas que estaban todavía a bordo perdieron la vida.

El crecimiento de la economía norteamericana después de aquella guerra se mantuvo sostenidamente, salvo crisis cíclicas que eran resueltas por el sistema de la Reserva Federal (FED) sin mayores consecuencias.

El 24 de octubre de 1929, recordado en la historia de Estados Unidos como el “jueves negro”, se desata la crisis económica. El Banco de la Reserva de Nueva York, que tiene su sede en Wall Street, al igual que otros grandes bancos y corporaciones, según el criterio del teórico de la derecha y reputado economista norteamericano Milton Friedman, Premio Nobel de Economía (1976), reacciona “por instinto” adoptando las medidas que consideró más correctas: “inyectar dinero en la circulación.” El Banco de la Reserva de Washington, acostumbrado a la preeminencia de sus criterios, logra imponer finalmente el criterio opuesto. El Secretario del Tesoro del presidente Hoover apoya al Banco de la Reserva de Washington. El de Nueva York termina cediendo. “Pero lo peor aún estaba por llegar”, declara Friedman, quien explica con más claridad que nadie entre eminentes economistas, varios de ellos de tendencia opuesta, la secuencia de los hechos, cuando escribe: “Hasta el otoño de 1930 la recesión de la actividad económica, a pesar de ser grave, no se vio afectada por dificultades financieras o por las peticiones de los depositantes intentando retirar los depósitos. El carácter de la recesión cambió drásticamente cuando una serie de bancarrotas en el medio Oeste y en el Sur de Estados Unidos minaron la confianza en los bancos y trajeron consigo numerosos intentos de convertir los depósitos bancarios en dinero efectivo.”

“El 11 de diciembre de 1930 cerró el Banco de Estados Unidos. Corresponde a la fecha crítica. Era el banco comercial mayor que hasta la fecha se había hundido en la historia norteamericana.”

Sólo en el mes de diciembre de 1930 cerraron sus puertas 352 bancos. “La FED podría haber llegado a una solución mejor comprando a gran escala en el mercado abierto títulos de la deuda pública.”

“En septiembre de 1931, fecha en que Gran Bretaña abandonó el patrón oro, aquel siguió una política incluso más negativa.”

“El sistema reaccionó tras dos años de dura represión, aumentando el tipo de interés a un nivel nunca alcanzado en su historia.”

Téngase en cuenta que Friedman refleja un criterio que todavía prevalece en las esferas oficiales de Estados Unidos casi 80 años después.

“En 1932 la FED, presionada por el Congreso, concluyó su período de sesiones y canceló enseguida su programa de compras.”

“El episodio final fue el pánico bancario de 1933.”

“El miedo se intensificó durante el interregno entre Herbert Hoover y el de Franklin D. Roosevelt, elegido el 8 de noviembre de 1932, pero cuya toma de posesión no se efectuó hasta el 4 de marzo de 1933. El primero no deseaba tomar medidas drásticas sin la cooperación del nuevo presidente, mientras Roosevelt por su parte no quería asumir ninguna responsabilidad hasta haber jurado el cargo.”

El episodio nos recuerda lo que ocurre hoy con el presidente electo el 4 de noviembre en las recientes elecciones hace menos de un mes, Barack Obama, que sucederá a Bush el 20 de enero de 2009. Sólo ha cambiado el período de interregno, que en la época de 1930 duraba no más de 117 días y en la actualidad no más de 77.

En el momento de mayor auge económico, señala Friedman, existían en Estados Unidos hasta 25 mil bancos. Al inicio del año 1933 la cifra se había reducido a 18 mil.

“Cuando el presidente Roosevelt decidió terminar con el cierre bancario, 10 días después de que hubiera comenzado ―dijo Friedman―, algo menos de 12 mil bancos fueron autorizados a abrir sus puertas, a los que se unieron más tarde únicamente 3 mil. Por tanto, en conjunto, unos 10 mil de los 25 mil bancos existentes en 1929 desaparecieron durante estos cuatro años, mediante procesos de quiebra, fusión o liquidación.”

“El cierre de las empresas, la reducción de la producción, el desempleo creciente, todo alimentaba el nerviosismo y el miedo.”

“Una vez la depresión en marcha, se transmitió a otros países y se produjo, por supuesto, una influencia refleja; otro ejemplo de la realimentación tan omnipresente en una economía compleja”, concluye Friedman.

El mundo de 1933 del cual él habló en su libro no se parece en nada al que existe hoy, absolutamente globalizado, constituido por más de 190 Estados representados en la ONU, cuyos habitantes están todos amenazados por riesgos que los científicos, aun los más optimistas, no pueden ignorar y que un creciente número de personas conocen y comparten, incluso prominentes políticos norteamericanos.

El eco de la repercusión de la actual crisis se aprecia en los esfuerzos desesperados de importantes líderes mundiales.

La agencia Xinhua informa que el presidente Hu Jintao, de la República Popular China, un país de sostenido crecimiento en los últimos años por encima de dos dígitos, advirtió ayer que “China se encuentra bajo una creciente presión por su enorme población, recursos limitados y problemas medioambientales”. Se trata del único país que sabemos cuenta con reservas en divisas ascendentes a casi dos millones de millones de dólares. El dirigente chino enumera “una serie de pasos imprescindibles para proteger los intereses fundamentales de la población y preservar el medio ambiente en la estrategia de industrialización y modernización de China”. Señaló, por último, que “con la propagación de la crisis financiera la demanda mundial de productos se ha reducido considerablemente”.

Con estas palabras del líder del país más poblado del planeta, no es necesario añadir más argumentos sobre la profundidad de la actual crisis.



Fidel Castro Ruz
Noviembre 30 de 2008
6 y 15 p.m.

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